Las redes sociales se han vuelto un medio de identidad cada vez más fuerte, sea del lado en el que te encuentres.
Siempre marcan un punto de partida, un medio de contacto, el sentido de los debates que apasionan, enfrentan, agrupan o convierten a pocos en las voces de muchos y a la vez, condenan a muchos a volverse en foco de nada. Entender el proceso de comunicación y las tendencias es complicado.
Para algunos es importante colocarse en Facebook y desde allí promover mensajes, ideas o campañas a favor de lo que uno piensa es lo correcto. Otros se ubican en Twitter y hacen uso de lenguajes más agresivos con menos palabras o juegan con imágenes que acompañan esas posibles identidades.
Por supuesto que no dejan de haber gentes escondidas en varias cuentas de un mismo promotor, o se dan el lujo de contratar servicios de ataques garantizados, defensas constantes y un amplio abanico de opciones que cada vez más, generan pasiones y encuentros, peleas y revanchas.
Las redes y la política van de la mano, pero no de la cuenta manipuladora, allí hay un flanco que se puede identificar en cualquier momento.
Nuestra nación vive estos días un debate extraño que polariza a grupos de interés, sobre temas de su propio interés. Y en esta guerra, las redes se han activado exponencialmente.
Ningún funcionario público es imprescindible, nadie es dueño del éxito o de la verdad. Hasta el señor Presidente de la República es reemplazable por mandato constitucional y se conoce anticipadamente el orden de los que seguirían esa responsabilidad. Decirlo no es desearlo.
Si un ciudadano critica al gobierno, lamentablemente no recibe respuestas, nadie le invita a debatir. Si otro ciudadano critica a un partido, ocurre lo mismo. Esto es en las redes, todos los días.
Lo único en donde parecen estar de acuerdo muchos, es en el insulto y el agravio.
Frente a esta dura realidad, de las redes se pasa a las calles para marchar, como si existiera una imperiosa necesidad de mostrarse caminando, brazo cruzado de por medio, cara de ira, palabras de odio, dedos acusadores.
Los que ganan en este péndulo indefinido son los extremos, los que gozan del pleito. Ellos están en primera fila viendo la pelea, metiendo leña.
Las expresiones democráticas a la protesta tienen que ser respetadas tanto, como las expresiones democráticas a no protestar. Lo que te parece bien a ti, a mí no me parece positivo. Y en sentido contrario, mi pasividad no tiene porqué enfurecerte.
En todo caso, si diez mil o cincuenta mil salen a marchar contigo, fíjate bien que casi diez millones estaremos en casa, estudiando, trabajando, descansando, leyendo, observando. Pero si contigo va medio millón o más, no me busques, yo te acompañaré, porque es evidente que algo se pudre en mi país.