Si proyectamos la cantidad de personas mayores de 60 años, de 65 años y de 80 años que tendrá el Perú en los siguientes 5, 10 y 15 años, la pirámide poblacional es de alto riesgo en el sentido que esa pirámide se está invirtiendo, se está formando un rombo por ahora y encima, producto de esa nueva realidad, se necesitarán muchos servicios y muchísima infraestructura que no tenemos y que nadie planifica adecuadamente.
Hace más de una década lo venimos advirtiendo –entregando propuestas, ideas, soluciones- desde el Instituto del Ahorro señalando que la longevidad no se soluciona con pensiones solamente, sino con infraestructura y sino atendemos ese flanco ahora que el tiempo está de nuestro lado, las consecuencias son imprevisibles para todos.
En el Perú no contamos con odontólogos geriatras, ni con oftalmólogos geriatras. Esas dos súper especialidades son vitales para la alimentación y desenvolvimiento visual mínimo de los mayores, al margen de otras como endocrinología y rehabilitación física. Mucho menos aún, no tenemos una formación geriátrica en soporte de enfermería o auxiliares de enfermería y, paradojas de la vida, cientos de profesionales están migrando a dar esos servicios a Europa y los Estados Unidos, e inclusive a países vecinos al nuestro.
Sumemos que ni las AFP, ni la ONP, ni alguna institución del Estado trabajan el tema del envejecimiento activo de los ciudadanos, tenemos como paralelo que aumentan cada mes los albergues informales y asilos donde se deja, se entrega, se bota y se olvida a los ancianos, como un despojo que no se quiere en casa o en la vida.
La hipocresía, perdonen mi cólera, es una constante para dejar de lado a los ancianos con el cuento de la visita dominical que se hace un par de veces, tal vez un poco más, pero luego, se deja totalmente y entonces, es una película diaria ver en los parques de muchos distritos las sillas de ruedas bajo el sol, las ayudantes chateando, los viejos tristes sin mirada, con lágrimas de olvido y nostalgia que nadie atiende, peor aun cuando los pocos niños de otros, corren por allí y se escucha lo que alguna vez fueron las mismas voces de los hijos de uno.
No nos olvidemos que el tiempo, también se nos acerca, no lo olvidemos.