El debate en torno a las marchas de protesta ciudadana resulta, a estas alturas, estéril. Lo urgente es seguir construyendo la unidad de la oposición y proyectar un gobierno de transición porque la caída de Castillo parece inminente.
Este mes se cumple un año desde que el pueblo se autoconvocó y empezó a salir a las calles, primero contra las evidencias del fraude electoral ahora confirmado con el informe de la comisión investigadora del Congreso; y luego contra el gobierno incapaz, corrupto y con métodos fascistas.
Nadie puede cuestionar que el mérito central en la organización de las marchas y plantones recae en Erasmo Wong, un empresario veterano quien ni siquiera tiene ambiciones electorales. Y es a partir de su iniciativa original que se han ido formando más de 140 colectivos de coordinación compleja pero que comparten una sólida voluntad democrática.
Con facilismo hay quienes cuestionan desde la comodidad de sus casas diciendo que lo avanzado no es suficiente; y otros dicen que los políticos “tradicionales” no deberían participar. Pero para ellos la respuesta es clara, menos crítica y más acción. Nadie les impide activarse y, si tienen capacidad, liderar. Además que no se lamenten por la ausencia de violencia y vandalismo porque, precisamente, si hay algo que nos caracteriza a los que tomamos el espacio público es la convicción de seguir un camino pacífico, a diferencia de los marxistas que solo creen en la violencia y en las manifestaciones donde se paga a los participantes con dinero y prebendas del Estado.
Por si a alguien no le queda claro, los comunistas no han podido avanzar más en la destrucción del Perú precisamente porque el pueblo está movilizado y porque una represión brutal contra los miles de manifestantes en todo el país implicaría el repudio mundial contra el régimen.
Aclarado eso, sí reconozco que todavía estamos construyendo la unidad de la oposición y que falta afiatar voluntades; pero ahora se nos abre la oportunidad esperada: las denuncias periodísticas y las investigaciones fiscales apuntan a que Pedro Castillo no podrá sostenerse en el gobierno mucho tiempo. Lo que vemos es más grave que el periodo previo a la caída de Fujimori y Montesinos. Por eso estamos obligados a pensar en cómo respaldar a un gobierno de transición y cómo recuperar de inmediato al Estado infiltrado tan brutalmente por los corruptos y filosenderistas. ¡Vamos, menos críticas y más trabajo de concertación!