Estoy pensando en voz alta, porque la señora que nos atiende en un pequeño restaurante de Huaral le explicaba a sus hijos, de 12 y 15 años –antes que salgan a vender alfajores, en estos días de vergonzosa política nacional- que el trabajo los hará más responsables y que lo que vendan este día, ayudará en casa a que sus demás hermanos, de una familia de ocho, puedan vivir mejor.
En ese momento me puse a pensar en lo maravilloso que es administrar la economía de un hogar donde la Mamá, es el centro de la gestión, dirección y administración.
Doña Esperanza –que gran nombre el de ella- es una mujer de 55 años, que nunca fue a un colegio, pero se educó en los valores y virtudes de la escuela familiar, donde sus padres le dieron todos los días de su infancia y adolescencia, el camino, la rectitud, el ejemplo, paciencia y tolerancia, así discutieran, así se opusieran en algo, así hubieran discrepancias.
Ella se crió en una escuela donde los padres son los maestros, una escuela donde no hay huelgas ni violencia. Una escuela donde seguramente no han ido jamás, esos que se dicen ahora maestros.
Esperanza me cuenta que nunca le faltó a sus hijos lo necesario, lo que ella consideró justo, adecuado y correcto, en medio de sus carencias económicas, en medio de su abundancia de amor.
Las Mamás, saben más de finanzas que cualquier ministro o político que se sienta a dormir en el Congreso de la República o en el ministerio de economía. Ellas sufren en silencio, se organizan en silencio, para que nunca falte el pan.
Nos enseñan a voltear el cuello de la camisa, cuando éste se va gastando. Y entonces, con un poco de almidón y la plancha caliente, se le da forma al nuevo cuello. Nos enseñan a coser una media que tiene un hueco, usando un foco de luz que ya no sirve para iluminar, pero alumbra una solución. Nos enseñan que con un pedazo de cartón bien doblado, se puede ocultar el hueco de la suela del zapato, hasta que podamos ir a reemplazar la media suela. Nos enseñan, y su ejemplo, es ejemplo mayor.
Como Esperanza, también mi Mamá nos sembró un ejemplo que trasciende el tiempo y los momentos complicados. Y creo que también la mamá de cada uno de nosotros, es ese reflejo de organización, palabra fuerte y golpe suave, inspiración suficiente que nos sirve en la vida, todos los días.
Para esta semana, les pido que reflexionen, que recuerden, porque todos tenemos en casa o en el cielo, una mamá, que es la mejor ministra de economía, la mejor, siempre la mejor.