Se van quitando las máscaras, pero jamás la violencia que generan por etapas bien marcadas, en su triste camino de odio y siembra de resentimientos.
Ellos son los terroristas, así con todas sus letras, con todas sus muertes, incendios, destrucción de infraestructura y maquinaria, ocupaciones de tierras ajenas e invasiones violentas, son los terroristas y decirles lo que son, no es faltar a la verdad.
América Latina se compadeció de algunos revolucionarios con barba y uniforme verde oliva, les creyeron luchadores, los conocieron luego como lo que fueron, asesinos de campesinos, de obreros, de gentes humildes y también de empresarios, sacerdotes, autoridades. Pero en especial, fueron verdugos de la sociedad.
Para los que se han creído el cuento del desarme de las FARC y no revisan dónde quedaron los miles de millones de dólares que robaron esos bandoleros, ni las armas que en su totalidad aún poseen, les informamos que cada vez más resulta evidente que bajo el pretexto de la incorporación al sistema democrático de partidos –para luego participar en elecciones de autoridades y después fomentar el cambio de la Constitución en cada país donde operan-, están construyendo el camino revolucionario, aprovechando las debilidades del sistema. En otras palabras, les damos una mano para que nos jalen la cuerda en la horca.
Digan lo que quieran, pero esto es verdad, como siempre lo ha sido. Los grupos terroristas se visten de santos –y algunos hasta se juntan con santos del poder- para encontrar una ventana, un hueco que les permita falsear sus rostros y presentarse como arrepentidos, fundar un partido y tener la fachada legal de grupos que progresivamente destruirán todo lo que se ponga en su camino.
El discurso es muy simple, se llama reivindicaciones pero no lo son.
Para ese guión de teatro político, sobran actores de reparto y lenguaje innovador. Le llamaran violencia rural, recuperación de tierras, desborde popular, pueblo en marcha o cualquier otra frase transversal, progresista, irreverente, pero algo inventarán y desde allí nacerá el discurso, los musicales, vigilias, jornadas de solidaridad, comités de unidad y todo lo que se les ocurra, menos trabajar.
Para no quedarse en esa parte de la estrategia, están fundando lo que llaman Frente Amplio, la suma de mini partidos y organizaciones que nunca les dan representación importante en procesos electorales porque apenas consiguen votos. Y así tienen dos ases, el de la supuesta cara limpia o Frente Amplio y el del rostro duro o de lucha abierta, como son los terroristas que dicen que ahora no lo son.
El dinero les cae no del cielo, sino de las FARC, SL y MRTA que acumularon cientos de millones durante sus mejores años de terror. Las conexiones con otros grupos extra regionales también existen y se organizan en ruedas de entrenamiento y solidaridad en Venezuela, Cuba, Nicaragua y el Medio Oriente.
Todo esto se sabe, pero parece que decirlo causa más temor que sufrirlo. No importa, lo decimos nosotros. A los terroristas no sólo se les debe señalar, se les tiene que condenar y exterminar.