El debate político, económico y social en los años 60 y hasta cerca de los 90 -del siglo pasado- fue intenso y se desarrolló entre pocos líderes y bastantes dirigentes de partidos comunistas que no se escondían en nombres de “tapadera”, como ahora ocurre. Habían varios partidos comunistas (del Perú, Peruano, Patria Roja, Revolucionario) y también trataba de hacerse conocer el antiguo partido Socialista. Alrededor de esos grupos existían pequeños espacios donde estaban los extremistas o los predecesores de los que ahora se les conoce como caviares.
Así, se podía saber que se reunían y vivían gratis en las universidades estatales los de Vanguardia Revolucionaria, Estrella Roja, Bandera Roja, Socialista Revolucionario y a escondidas Sendero luminoso, por el lado extremista, que decía prepararse para la guerra popular del campo a la ciudad (pero todos estaban en la ciudad y no en el campo). Del mismo modo, los grupos de “católicos marxistas”, cristianos por el socialismo y de pequeños círculos de estudios de la realidad nacional y un par más, también se ubicaban en algunas universidades, pero privadas, nunca nacionales. Eran gentes de clase media y muy acomodada que se diferenciaban de las “otras” izquierdas, en que no les gustaba que les digan comunistas, ni avalaban eso de ir a la guerra al estilo de Mao Tse Tung o Pol Pot, sino más bien, ensayar una revolución a la cubana, con guerrillas y lo que era más impactante para la época: nuclear artistas y académicos, acercar intelectuales jóvenes, robar bancos, secuestrar aviones y llevarlos a Cuba, hacer labores con los estudiantes para propagandizar sus posibilidades de “toma de conciencia popular”.
Hacían bulla estando divididos e hicieron labores electorales progresivamente más amplias, estando en pactos de unidad que siendo frágiles, publicitaron nombres por décadas. Es decir, hubo un efecto individualizado y no fue de sentido conjunto, porque los dirigentes de izquierda, al contrario de sus propuestas para los demás, practican eso de a cada quien según su esfuerzo y a cada quien según sus resultados, mediante la puesta en práctica de un egoísmo, vanidad, soberbia y autoritarismo que es la causa histórica de sus fracasos en todo.
De esos tiempos surgieron por ello, nombres importantes como el de Jorge del Prado, Alfonso Barrantes, Luciano Castillo, Pedro Huillca, Valentín Pacho, Hugo Blanco, Genaro Ledesma, Saturnino Paredes, Gustavo Mohme, Henry Pease, Carlos Malpica y Javier Diez Canseco, que siendo muy hábiles en su trabajo político, no dejaron escuela de seguidores. No fueron inspiradores, ni formadores de cuadros dirigenciales. Por eso, no queda ni la sombra más pequeña de lo que fueron los antiguos representantes de una izquierda que en verdad, merecía respeto, a pesar de sus ideas.
Hoy lo que existe es una pelea de tontos y ambiciosos en el poder, cualquiera que sea, con tal de obtener dinero y privilegios que financien sus vidas vacías. Por eso se hacen de puestos en municipalidades o se hacen nombrar asesores y también, proveedores del Estado, para que sus bolsillos tengan las monedas que debían estar siendo usadas en la comida y medicinas de los más pobres.
Izquierdas ociosas, ignorantes, pedantes y cobardes es lo que ahora vemos, oímos y repudiamos.