El Congreso de la República del Perú había aprobado una norma que evitaba el dispendio de los recursos del Estado hacia los medios de comunicación, dineros públicos que venían siendo usados entre otros fines poco transparentes, a cambio de líneas editoriales, noticias en favor o defensa de los representantes del poder ejecutivo y sus aliados, y evidentemente, según se desprende de esto, para aniquilar a los opositores que denunciaban los terribles actos de corrupción. Esa es la opinión ciudadana que hago mía también.
Reflexionemos entonces a raíz de la posterior eliminación de esa norma:
¿Se ha Reforzado la Libertad de Prensa?
No, porque ahora la Libertad de Prensa depende fundamentalmente de las decisiones y órdenes del gobierno de turno, que usa los recursos del Estado para premiar a los medios que lo adulan y castigar a los opositores. Es decir, no se compra formal o informalmente una línea editorial, sino los contenidos, para direccionarlos en contra o a favor de lo que le interesa al gobierno.
¿Se ha reforzado el ejercicio profesional del Periodismo?
No, porque es en la libertad y en la transparencia que reside la fuente de la independencia de una noble ocupación y no como ahora, rendida en la amenaza o la explotación laboral. Un pequeño grupo de todopoderosos periodistas perciben salarios y beneficios exorbitantes frente al reducidísimo ingreso que registran, inclusive fuera de planillas de remuneraciones y derechos en un mismo plano laboral, jóvenes y viejos redactores, fotógrafos y personal de apoyo en la gestión periodística. El que de verdad trabaja, está maltratado.
¿Se ha reforzado la Libertad de Empresa?
No, porque se sigue permitiendo la concentración publicitaria en favor de algunos, en perjuicio de otros y como condena al usuario lector, a quien se le ponen parámetros de información. Las empresas dedicadas a la actividad periodística no compiten entre sí por atraer lectores y suscriptores, tal y como lo hacen todas las empresas privadas donde los clientes deciden a quién elegir y a quien no. Ahora compiten por el favor del gobierno y los recursos de la caja fiscal.
¿Se ha reforzado la Libre Competencia?
No, porque no se trata a todos por igual, sino a unos cuantos de forma especial. El Estado inclina la balanza en favor de unos cuantos y en detrimento de otros muchos, rompiendo el libre mercado empresarial.
¿Se ha reforzado la Libertad de Elección?
No, porque la manipulación directa e indirecta desde el Estado, envuelve al ciudadano en noticias que son generadas únicamente para respaldar al poder de turno. La concentración de medios sobre todo, apunta a envolver las opciones de acceso a la información periodística, bajo un mismo centro de edición que se decora en su distribución con otras palabras, pero con una misma idea de manipulación.
¿Se ha reforzado la Libertad de Contratación?
No, porque la decisión política del gobierno está dirigida a entregar millonarias sumas de dinero en beneficio exclusivo de sus aliados individuales o corporativos inclusive, cerrando justamente la posibilidad de cientos de medios de comunicación y periodistas honestos–en todo el país- a tener acceso a contratos con el Estado.
¿Se ha reforzado la Libertad de Información?
No, porque los medios favorecidos no tienen que ser transparentes en comunicar noticias, sino en especializarse para manipular la verdad; los ciudadanos los ven, escuchan o leen, obligados por la oferta del espectáculo que suma programas de contenido escandaloso, atractivos en estos tiempos, mezclando entre ellos, la noticia sesgada.
¿Se ha reforzado el equilibrio de Poderes?
No, porque se destinan dineros públicos en compra de editoriales, de columnas de opinión o de noticias que desprestigian autoridades por rivalidades políticas. El cierre o disolución del Congreso de la República es una prueba de ello y ahora, con el nuevo Congreso, aún se siente la presión de la vanidad y soberbia gubernamental, y el odio por dominar a un congreso bastante desacreditado.
¿Se ha reforzado el Estado de Derecho y la Democracia?
No, porque se enseña que para gestionar un medio, para hacer empresa y para dar una opinión, se depende del dinero entregado por el Estado en forma engañosa como publicidad o auspicios, para favorecer a unos cuantos allegados al poder.
En suma, volvemos a decirlo: ¿Nuestros impuestos deben financiar la corrupción?