Nosotros defendemos los principios y valores que sostienen la Democracia y la Libertad; eso quiere decir claramente que defender la democracia NO significa estar al lado de los que gobiernan, ni apoyar lo que hacen los gobiernos en su gestión, porque las responsabilidades se asumen en su justa y real dimensión. Y de la misma forma, defender la Democracia no significa atentar contra el orden constitucional para echarse abajo a un gobierno, así éste no tenga respaldo, aprobación o representatividad popular, algo que suena muy bonito, pero que se fundamenta en encuestas y en lo que dicen los siniestros medios de comunicación, dos barajas cubiertas de engaños, mentiras, complicidades, extorsión y chantajes para alimentar sus cuentas bancarias y privilegios de grupos de presión (ya no que no son grupos de poder).
La diferencia entre entender lo que significan los grupos de poder y los grupos de presión es lo que ha hecho que se multipliquen pequeñas organizaciones criminales y de intereses creados específicamente para el momento “del interés” y el ingreso irregular en los bolsillos de unos dirigentes que no son nada y no representan a nadie, pero tienen una actividad mediática y de contacto ciudadano, que les permite un activismo -no militancia- constante y frecuente, lo que los identifica con sus causas y engaños hacia los demás ciudadanos. Son “actores políticos o sindicales, inclusive barriales”, no son gestores de la acción y el pensamiento, de la iniciativa y la obra, del impulso y la convocatoria.
Por eso, lo que ocurre ahora, siempre ha sucedido, no hay nada nuevo, salvo los responsables de tanto crimen en nombre de la Democracia, pero están tan unidos y tienen tantos acuerdos bajo la mesa, que se sienten intocables y ahora, tienen el descaro de comentarlos “sobre la mesa”. Es así que se reparten los ministerios y organismos públicos -como si fueran sus feudos-, para contratar a sus familiares, socios y demás componentes del entorno del delito y el crimen diario. Gentes despreciables que hacen de cada institución u organismo estatal, su caja chica (para sus militantes) y su caja grande (para su familia).
Los nuevos ministros del gabinete Adrianzén (Otárola 2) provienen de esas mafias políticas que están en los gobiernos de los últimos treinta años: Somos Perú, APP, Avanza País (aunque no lo parecía, entraron al ruedo), Partido Morado, círculos caviares y renegados de las izquierdas del odio y dos aliados que buscan en silencio y con cierta verguenza los que gobiernan: Vizcarra y López Aliaga (ninguno de los dos ha sido sincero en reconocerlo, pero tienen ministros, puestos esparcidos, cercanías de recomendados y más).
No hay clase política, no existen líderes, no estamos en crisis política, sino en una pelea delincuencial “por el poder” donde sobran “pide favores, a cambio de”.
La hipocresía gobierna, la hipocresía se opone, la hipocresía observa y los ciudadanos, miran a otro lado.