Estamos inundados de una avalancha de hipocresía y demagogia pre electoral desde la izquierda activista, tan llena de odios y resentimientos, así como de promesas populistas y demagógicas como si fueran un vendaval de ilusiones posibles, pero en realidad estamos dejando de ver que en paralelo, las izquierdas extremistas, esas que juegan siempre con los caviares y progres y parecen estar enfrentadas en líos mediáticos, siguen tejiendo rumbos de enfrentamiento, desinstitucionalización y descréditos múltiples -como una red de ventiladores de contagio de falsedades- y viene la pregunta: ¿Somos conscientes de lo que nos va a suceder a partir del 28 de julio del 2026 si es que llega a vencer una opción por la democracia, una respuesta que no sea de izquierda? ¿El Perú se juega una lotería y no nos interesa lo que puede suceder?
Repetimos: De un lado tenemos al comunismo con muchos nombres, vestido en traje de seda, con puños en alto y lenguajes que apelan al resentimiento, el odio y la violencia, porque unos cuantos manipuladores de la verdad, asociados con medios de comunicación serviles y grupos de presión mercantilistas se han dispuesto continuar en su enriquecimiento a costa de nuestros impuestos y nuestra libertad. Y lo peor, es que hay miles que lo aceptan a sabiendas, aumentando sus creencias de ese odio, esa violencia y ese nefasto resentimiento, como si la solución fuera quitar a otros, para tener lo que quieren de otros, no por esfuerzo o trabajo, sino porque así debe de ser la fórmula de la envidia, de la cólera, de la ira. Parece un enredo, pero no lo es. Se trata de alimentar la envidia y el resentimiento, como vitamina de soluciones y en eso, las izquierdas son expertas.
No hay santidades ni demonios verificados, sino una línea entre la Libertad y el comunismo pervertido, esa es la única verdad.
Entonces, ¿Es posible que los peruanos aceptemos como cierto que todo cambiará, si se arrasa todo, si se desmonta la estructura legal, si desaparece la Constitución Política del Perú, si se aniquilan instituciones como el Tribunal Constitucional, Defensoría del Pueblo, las propias Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, para organizar cuerpos políticos de activistas carnetizados, militantes radicales que delatan y traicionan a sus propias familias inclusive para estar al servicio del nuevo poder revolucionario, al estilo Cuba, Corea del Norte o Venezuela? ¿No nos damos cuenta del camino al abismo, o queremos caer al fondo para pensar que luego, por esas cosas de peruanos, saldremos otra vez adelante? ¿Es nuestra eutanasia consentida en el voto, el suicidio perfecto?
El Perú está como cada cierto tiempo en su nivel más extremo y seguimos en lo mismo: los análisis, las encuestas, los estudios, las hipótesis, los analistas, muchos fantasmas de las campañas, incontables genios de las soluciones…
Decía mi Padre: “Lo que nos falta como error, ya lo hicimos permanentemente. Hay que sacudir todo y botar lo que no nos sirve, eso que se repite cada cierto tiempo y lo dejamos pasar, eso que nos daña y aplaudimos como autómatas: el populismo, la envidia, la ignorancia hecha banda presidencial, fajín ministerial o escaño congresal”
No sigamos en el mundo de la ingenuidad, en la vereda de la estupidez, en el cadalso hacia el fin.
Sólo hay una opción y varias fuentes de sumisión: O es Libertad y pelear para lograr cambios, o es esclavitud y comunismo para hundirnos en la miseria y la esclavitud política. No esperemos el día fatal de las elecciones, la decisión se toma ahora. La democracia no es un juego de palabras ni una oportunidad para perder la razón, sino un camino para asegurar nuestro progreso y desarrollo.
¿Qué hacer? Participar en alguna de las fuerzas políticas democráticas con ideas. Participar desde las redes y en casa educando a nuestras Familias. Participar en nuestras escuelas y universidades, hablando, siendo los mejores en el desempeño educativo, en la innovación y en el liderazgo de la hora presente. Participar en y desde nuestro trabajo, ayudando a los colegas y compañeros a ver mejor, escuchar bien y responder con autenticidad.
La tarea es ahora, no cuando las lápidas siembren el final.