Partamos de algo cierto: la señora Dina Boluarte, si bien asumió el cargo de presidente en concordancia con lo dispuesto en el debido proceso constitucional, no goza de respaldo popular, no tiene sustento de masas ni de organizaciones algo representativas, no es imagen de nada ni mensaje de nadie, así de duro, así de cierto. Sin embargo, es la presidente y se le debe respeto, lo que no significa “aprobación”, eso no funciona ni con ella, ni con ninguno de los de antes porque el respeto no es un condicionamiento de aceptación, ni una obligación de rechazo. Cada ciudadano, cada peruano es libre de tener su opinión y su posición.
Segundo: no estar de acuerdo con Dina Boluarte, no es ser de izquierda, al contrario, ya que ella es de izquierda y de la peor de todas: fue candidata como vicepresidente de Castillo, junto al prontuariado Cerrón, en la fórmula del partido comunista Peru libre. Y nadie, absolutamente nadie deja de ser lo que es, porque asume un cargo en reemplazo de quien la puso y ese alguien, su amigo y socio, hizo o actuó de manera irresponsable produciendo un auto golpe de Estado. Dicho más simple: Boluarte, Castillo y Cerrón fueron y son socios de un mismo proyecto político y electoral con el cual llegaron al poder, luego comenzaron a repartirse cuotas y luego tuvieron por momentos, alejamientos y acercamientos, pulseadas y convenios. En consecuencia, si la señora Boluarte hace algo, alguna cosa positiva, no deja de ser producto y miembro de esa organización comunista que pretende tapar todos sus ilícitos -por los cuales deberá ser procesada en el momento inmediato a su salida del cargo-, sino que estaría haciendo lo que debe hacer y no a todos les será de agrado.
Vayamos entonces a la situación de la calle, de la vida: hay más desempleo y hay más informalidad y eso de decir que si uno es informal ya tiene empleo, es una frase de engaño, muy caviar, muy del BID y de la OECD para tapar la angustia y desesperación de millones de hombres y mujeres que luchan a diario por tratar de sobrevivir, no por sobrevivir, como era antes, no por vivir, como décadas atrás, sino por tratar de sobrevivir. En ese nivel estamos y frente a ese drama evidente ¿Qué hace el gobierno? Nada. ¿Qué hace el Congreso? Nada. ¿Qué hacen los gobiernos regionales? Nada. ¿Qué hacen las miles de municipalidades? Muy pocas algo, la gran mayoría, nada. Ese es un tema del que no se habla, porque entre el gobierno, el Congreso, los gobiernos regionales y las municipalidades hay una planilla de casi un millón y medio de empleados públicos sometidos, acobardados, mantenidos, mal acostumbrados o silenciados para mantener el stau quo, el miedo, la aceptación de la mediocridad como forma de vida.
En el otro lado, millones siguen con hambre, millones van a escuelas sin implementos, sin Maestros, sin servicios esenciales, sin presente y sin camino de construcción del futuro.
¿Saben por qué no hay noticias sobre la economía, sobre el hambre, el desempleo? Porque nos gobierna desde hace décadas una izquierda mercantilista que se cubre de moderaciones y rostros de temporada, que nos ha llevado desde hace poco a tener a la izquierda más repulsiva de la historia gobernando, la misma de Castillo, la de Cerrón, la de Dina maquillada…temporalmente.
Imagen referencial, indiferencia “humana”