Es muy triste ser de izquierda y haber sido un mantenido toda la vida, un arrimado de favores en el Estado, un dependiente de cada gobierno, viendo cómo se acomoda el militante compañero de la misma izquierda incompetente en la planilla que lo recibe por imposición de un burócrata puesto allí, también de izquierda y colocado por un favor político. Ese es el CV de los mal acostumbrados “llenadores de plazas inmerecidas”, porque no necesitan talento ni preparación, sino resentimiento, contacto y tarjeta de recomendación (tarjeta roja, que no es de expulsión, sino de intimidación y contratación).
Es así que en los útimos veinte años, cerca de 700 mil peruanos han sido incluídos en las planillas públicas que pagan con sus impuestos -directos o indirectos- las clases medias, los pobres, las empresas privadas y los emprendimientos de cada familia que no se ha aprovechado del Estado para ser un inservible elemento de trabas, de creación de normas absurdas, de valla a los trámites y de mano extendida por un billete o un sencillo “a cambio de” no impedir tu reclamo, respuesta o consulta.
Setecientos mil añadidos al medio millón que estaba vigente. Setecientos mil de los cuales, más del 80% no son necesarios (por serias limitaciones en sus capacidades y por ser plazas repetidas una y otra vez, para las mismas operaciones de negación al progreso y desarrollo). Un millón doscientos mil trabajadores estatales, es algo inconcebible para una nación que es administrada por gobiernos que cambian a cada rato, por estructuras político-electorales que carecen de perspectivas con el país.
Decir por ello que hay que limpiar la ineficiencia y la ineptitud, es complicado porque muchos empleados públicos no tienen la culpa de estar allí y ser inservibles en un Estado aún más inservible. Sin embargo, es posible hacer una transición de lo público hacia lo privado, no es difícil si se tiene el panorama limpio y se toman decisiones integrales que comprendan promover rápidamente la inversión privada, reducir todos los impuestos en el monto y en el número de los mismos, impulsar la educación técnica y profesional con incentivos de retorno y crecimiento constante, promover el capital y la gestión semilla (no es sólo el capital, sino que es escencial el gérmen y la administración sostenible) y en especial, replantear correctamente el Estado que necesitamos para los siguientes 50 años (operativo, funcional y racional).
No podemos seguir empachando al Estado, tenemos que nutrirlo, esa es la obligación: menos trámites, menos trabas, menos burócratas, menos corrupción.