Quiero volver a contarles algo que pasa todos los días y de lo que casi nadie habla, escribe o condena, se llama maltrato, golpe y daño físico, moral y sicológico a los niños y adolescentes en el Perú.
En parques y zonas de esparcimiento, es muy raro que los niños y los adolescentes jueguen pelota, se sienten a conversar en el pasto o corran alegremente por el jardín como muchos lo hacíamos hace años.
Se han sembrado plantas con espinas o justo en medio de lo que podría ser un área improvisada para el fulbito, han colocado arbustos y alrededor, una gran cantidad de flores, justo en verano, peor en invierno, como para no usarlos los fines de semana, menos en vacaciones.
Pero los niños se las ingenian, son imaginativos y usan lo que pueden para jugar, a pesar que algunas municipalidades tienen rondando a un Inspector para que ahuyente a los niños de 6-7 hasta 14-17 años. Si señor, niños, menores de edad con todos los derechos para usar los parques, para pisar el césped, correr, saltar, patear una pelota, conocer otros niños y hacerse amigos, construir una collera, un barrio, como antes era así y todos nos acordamos de tan buenos tiempos, hayamos tenido un parque o una pista donde jugábamos felices en vacaciones o los fines de semana.
Hace unos meses, un grupo de niños y adolescentes –menores de edad- se divertían en un parque y tuvieron su pequeña bronca, de niños. Y entre ellos se arreglaron, fue unos minutos y punto, pero uno se picó y lanzó piedras a los demás.
Una mujer mayor, adulta -que debía cuidar a ese niño de características y conducta agresiva, usaba en esos momentos su celular y no se dio cuenta de los hechos-, pero se acercó al ver un tumulto, cogió a uno de lo menores que suponía molestó a su hijo y lo golpeó arañándolo, le insultaba con groserías y amenazas, lo atacó salvajemente en plena vía pública, abusando de su condición de mayor de edad. Los niños defendieron a gritos a su amigo y vino gente a interceder por por un menor de edad atacado por una violenta persona adulta.
La policía se hizo presente y la mujer se escondió en una casa, no fue detenida, no se hizo lo necesario para atraparla, porque tenía una relación con un oficial de la Comisaría del sector.
Efectuada la denuncia policial, se tuvo que atender al menor de edad en el Hospital de Emergencias y pedir que certifiquen la atención médica. Primero hay que ir a la Comisaría para después ir al hospital y luego a Medicina Legal, que no funciona 24 horas todos los días. Así estamos, pero se hizo ese protocolo.
Mientras tanto, la agresora siguió libre e inclusive al verse señalada por tantos testigos, presentó 24 horas después una denuncia contra los niños, un hecho que la Policía misma permitió en contra de todo procedimiento y lógica.
Después de dos años de procesos judiciales, la mujer violenta ha sido condenada a un año de “control de su conducta”. ¿Y las heridas físicas y psicológicas contra los niños quedan impunes? ¿Y la denuncia contra los niños, las cartas notariales amenazandolos para que retiren sus testimonios donde señalan a la agresora sentenciada por violencia, sigue el camino de la impunidad? ¿Así está la justicia?
Una mujer violenta que supone cosas y ataca niños o adolescentes es un peligro. Una mujer violenta que inventa excusas para agredir a un menor de edad, es una amenaza a la seguridad de todos.
Si esta mujer, en su vida diaria –digamos laboralmente- está cerca de niños o adolescentes, sería fatal en cualquier momento por su irritabilidad, agresividad y manipulación de los hechos.
La sociedad está compuesta por gentes buenas y de las otras. Si alguien es violento, que se pacifique, que lo traten, que lo controlen. Pero si alguien, sea quien sea ataca y golpea a un menor de edad, no existe excusa para no detenerla, para no procesarla de inmediato.
Si alguien maltrata, toca o golpea a un niño o un adolescente, todos estamos obligados a defender al menor de edad, sobretodo la autoridad policial.