“¿Creerle a un político?… mejor le creo al diablo o a un ladrón, ellos por lo menos cumplen su palabra: Uno te lleva al infierno y el otro te roba, eso lo sabes, inclusive estás advertido cuando el diablo se anuncia o cuando el ladrón te dice ‘esto es un asalto’; pero ¿A un político? A esos no se les puede creer nada”
Juan Engatusado y Roberta Estafada son parte de la comunidad de víctimas de un país que teniendo desbordantes recursos humanos y riquezas naturales, va camino -nuevamente- a la pobreza para todos, una especie de maldición que rebrota cada veinte o treinta años, peor que un virus que no se supo combatir.
¿Cómo así puede retroceder tanto una Nación que superó los indicadores de extrema pobreza y logró generar una pujante y emprendedora clase media que estaba consolidándose progresivamente con sus propios esfuerzos?
Es que la tribu de los políticos estaban cansados de ver y escuchar el éxito ajeno y se preguntaban indignados: “¿Cómo es posible que haya menos pobres, menos gentes buscando trabajo, menos protestas y más casas, más edificios, más negocios, centros comerciales y más autos y más colegios privados, y más, y más en manos de esos?”
Entonces, frente a la realidad de progreso y desarrollo que estaban construyendo millones de familias -con su esfuerzo, nada del Estado, menos del gobierno-, los grupos extremistas primero, y los demás grupos políticos luego, comenzaron sus campañas de odio, violencia y agresiones por todos los medios y desde casi todos los medios, buscando cualquier pretexto para incentivar el enfrentamiento contra el éxito, por ejemplo.
No interesa, no es estratégico ahora hablar de lucha de clases, sino de lucha contra todo lo que puede darle fuerza al éxito humano, familiar, empresarial, como país. Con ese panorama, las izquierdas en especial, mediante sus ONGs y aliados arman rompecabezas de slogans y denuncian “daño ambiental”, “uso de agua para la industria”, “chatarra en vez de alimentos”, “el hombre es despreciable”, “hay que masificar el matrimonio del mismo sexo”, “dejen a la pedofilia en paz”, “las iglesias deben seguir cerradas, los prostíbulos no”, “basta de ahorro, pobreza para todos”, “propiedad privada no, privativa del Estado, sí”.
Un país grande no puede escuchar esos aullidos, menos permitirlos. Una nación poderosa no puede mantener su corazón herido para que fluya el odio, la venganza política, el resentimiento atroz de los eternos dirigentes de izquierda que apartan a los dirigentes del pueblo siempre.
Pero, hoy en día van más allá: sus aliados desde el gobierno dicen, anuncian como otorgándonos un favor, que gobernarán hasta el próximo 28 de juliode 2021. ¿Les creemos?
En principio no se trata de creerles o no, sino del cumplimiento de una norma constitucional. Tienen que irse y punto.
Sin embargo -esa es la palabra clave-, la estrategia “me voy, …pero” se ha extendido en paralelo a “no seré candidato, …pero”.
El problema es que esos del “no seré candidato” son del mismo gobierno que dice “me voy, pero”, mientras inundan pueblos del interior del país con afiches enormes que tienen la fotografía del actual presidente y la frase peronista “cumple”, una palabra que usaron los argentinos para crear una secuencia de propaganda hacia Juan Domingo Perón… para facilitar su retorno o el de iguales a él, es decir, que vuelvan los peores.
¿De qué se trata toda esta novela?
El gobierno y sus aliados van a dejar las riendas del poder en julio del 2021 obligados por las disposiciones constitucionales al respecto, de eso no hay duda, aunque ellos quieran quedarse arguyendo la pandemia o inventando resquicios legales, interpretaciones de último momento junto al Tribunal Constitucional que, excedido en el tiempo de ejercicio de sus miembros, lo ampara en todo lo injustificable.
Es más, el gobierno está convencido que en la estrategia post 2021, deben “permitir” la renovación de los miembros del Tribunal Constitucional, así no les guste la recomposición (claro, criminalizando, vetando o dinamitando algunas candidaturas).
¿Qué va a suceder en el escenario Vizcarrista 2021? Que quien salga electo -no interesa en realidad, aunque alguien pro sería ideal-, tendrá tantas ataduras, tantas limitaciones, tan poco manejo financiero, que haga lo que pretenda, nada hará. Por eso están dejando una deuda y compromisos asfixiantes en lo económico, político, laboral, social, ambiental… en todo.
En ese cuadro de manos atadas, el desborde del Estado y la crisis popular aumentarán y el aparato de propaganda se activará con: “cumplió”, “el pueblo lo pide” y la ola “regresa” es tan factible, tan dispuesta en la mesa del alquiler de voceros a bajo precio… que regresará si se lo permiten, previa renuncia de los frustrados (o fracasados).
¿Es posible todo eso, no es algo irracional y a la vez, de cuento?
No, porque la política es hoy el arte de lo irracional, la novela hecha cuento y el cuento convertido en estafa que se vuelve real en el daño para sus víctimas: el delito es la espina hiriente que aceptan los pueblos en una democracia falleciente.
A eso, mis queridos amigos y no amigos -porque enemigos sólo los tiene el gobierno-, a eso apunta la “tripartita” de Vizcarra + prensa servil + encuestadoras, todo bajo el dominio de los clásicos mercantilistas, ustedes los conocen.