Muchas cosas malas ocurren en el Perú y “no pasa nada” porque tenemos muy adentro de cada uno, que es posible que sucedan peores cosas y entonces, la crisis no existe aunque nos ahogue, los precios no suben aunque no nos alcance el dinero hoy como ayer o antes de ayer, los congresistas siguen en lo suyo: sin hacer nada bueno -porque jamás han hecho algo siquiera regular- y a unas cuadras de su elefante de concreto repleto de cuatro mil inservibles “servidores”, se encuentra el palacio del autoritarismo, que nos gobierna con una baraja de ministros con cartas escondidas bajo la manga de la corrupción, a punta de atropellos o simplemente, aprovechando el silencio de todos (yo creo que es más por eso: por nuestro silencio, por nuestra indiferencia y dejadez absurda que termina aceptando el atropello, en silencio).
Hablar de los congresistas, así uno de ellos no sea como los otros, es meterse en una especie de recuento de la lista de crímenes que están señalados en el código penal, en el código civil y en cuanta legislación reúna y tipifique los que se cometen a diario, porque unos los tienen todos (los delitos) y muchos otros los tienen en cartera de acción previa, permanentemente.
Un congreso de impresentables por el cual votaron millones de ciudadanos estupidizados en la elección, ciudadanos que NO fueron engañados, ¿saben porqué? porque la votación al congreso es un tema diferenciado del de la plancha presidencial, porque para la votación al congreso se emite un “voto preferencial” (escoges de la lista de 130 del mismo grupo político, a dos de tu preferencia y de allí, de tu voto pensado salen esos sinverguenzas, de tu voto). Y es así que se sienten “empoderados” los que tienen antecedentes, precedentes y conductas indignas para ocupar un sitio en el congreso peruano.
Pero no sólo son los congresistas, sino que muchos ministros, tal vez “casi todos”, son lo mismo y peor, ya que algunos congresistas también ocupan cargos como ministros (como si acumularan puntos “bonus” de una cartilla procesal penal). Y así encontramos ministros potencialmente corruptibles o al servicio de la corrupción. Y lo mismo sucede en los niveles regionales y municipales: todo está podrido, todo. Nuestros representantes no nos representan, nos violentan y nos mienten, así los elegimos, ¿para eso?
¿Y nos quedamos de brazos cruzados? ¿Seguimos lamentando esto? ¿Seguimos diciéndolo algunos mientras las grandes mayorías miran de costado, siempre indiferentes o los ponemos en su sitio a los ladrones de impuestos, a los asesinos de la democracia y la libertad?
Fíjense bien: ahora van a venir a querer maquillarse como “los nuevos” Bukeles, “los nuevos” Mileis, los Bolsonaro mejorados… pero mucho cuidado, esos que van a querer usar los apellidos de otros, son los nuevos falsos, cuidado con esos que se apropian imágenes ajenas, esos son los peores y de lo peor, tenemos de sobra y vienen más en camino.