Ya sabemos que el diagnóstico de nuestro querido país es terriblemente doloroso y así sea sometido a los tratamientos más severos, volverá a recaer en cuestión de tiempo, es así, siempre ha sido así. Lo que no nos imaginamos ni creemos que pueda ser cierto, es que cada momento, cada día que pasa, dejamos de percibir las enfermedades que siguen en curso sin causarnos más daño que el mismo que llevamos a cuestas, porque todo ya lo hemos padecido, aunque quizás pensemos que ahora nos urge y necesitamos inventarnos un dolor más intenso para no perder la costumbre de buscar quien nos asesine, según el catálogo actualizado de nuestras necesidades por morir tontamente, pero para seguir viviendo nuestras contradicciones humanas y patrióticas. Morimos sin llegar a morir, vivimos sin tener que vivir.
El Perú no se desangra solito, se autoexprime, tiene un vampiro hambriento en sus venas y una medusa revoloteando en busca de miradas políticas, para empedrarlos junto a las neuronas también pétreas que cada quien tiene en su disfraz de democracia. Lo inédito, lo imposible, la novela del mejor escritor, jamás se ha editado “en el cada día peruano”, porque no existe genio que se iguale a la multitud de tonterías de las que somos capaces con orgullo y aflicción.
Somos un país de gentes encantadas en las contradicciones, una sociedad de prototipos que jamás serán puestos en escena, salvo que hagamos lo contrario a lo correcto y desde allí, hacia lo racional. Estamos en medio de una constante búzqueda de la sinrazón, teniendo todas las potestades para razonar. Somos una página escrita y borrada mil veces, por los mismos que no quieren escribirla, menos leerla. Tenemos más amor por el desamor, que admiración por el éxito. Por eso, seguimos hacia atrás, sin detenernos, sin decir que esto debe acabarse.
Nos imaginamos un gran país, que se destruye y vuelve a renacer, pero no nos atrevemos a construirlo y por eso, no existe hoy, ni una sola voz de liderazgo que sea capaz de unir a los peruanos, que sea capaz de generar respeto. He ahí la oportunidad, o el final.