Un panfleto, una suma de letras y palabras que no edifican, que dividen y engañan a millones, es el resultado anticipado y el resultado final de la redacción de un documento que no puede ni podrá llamarse “Constitución” para Chile.
¿Y porqué nos interesa decirlo, no siendo chilenos? Porque el daño que las izquierdas disfrazadas de cara bonita y sueño académico le están haciendo a la silenciosa América Latina del ahora tolerante escenario de “inclusiones y transversalismos”, se puede extender, con ese tipo de documentos tan irracionales e insustentables, en más pobreza, más emigración sin rumbo ni esperanza, más violencia y corrupción, mayor impunidad y un destino escabroso que tiene fecha y hora para explotar.
¿Una nueva Constitución para Chile nos afectaría? Si pensamos en el efecto de legalizar tonterías en el vecino y si observamos la gran cantidad de políticos y burócratas de izquierdas desesperadas en prometer lo que sea, por supuesto, ya que existe algo así como “yo también quiero esa locura y la propongo” (y no se sabe lo que se quiere, y no se conoce lo que otros quieren, y no se pueden comparar las necesidades y limitaciones, ni las capacidades y proyecciones de uno con las de otro). Pero que a los peruanos les gusta recoger el desmonte académico y reciclarlo, es algo natural, propio y constante.
¿La propuesta nueva Constitución chilena es tan mala? ¿No reemplazará a la de una dictadura? Esas preguntas que se escuchan por un lado y por el otro también, revelan cero inquietud y cero anhelo, porque si el borrador aprobado fuera un nuevo símbolo de esperanza, si constituyera un avance de esos que impactan y te hacen soñar que puede ser posible tanta ilusión y promesa cantada, hace rato que cada tema y cada artículo aprobado serían palabra en toda conversación, alegría en todos los ámbitos de la población, un discurso creciente que se iría eslabonando en esa cadena prodigiosa de la verdad, pero no es así, no ha sido así y por lo que vemos y leemos, no será así. Además, el hablar y adjetivar de dictadura y señalar, para lo que tu crees que está mal en la vigente Constitución, ¿Te hace pensar que legitima cualquier cosa porque anula en la historia y en la mente de los ciudadanos y sus familias, lo que piensan del gobierno del General Pinochet? Estás mezclando odios y ausencia de argumentos.
¿Entonces, esa propuesta que elaboró la Convención Constitucional, será rechazada cuando se someta a votación? Efectivamente, será tan rechazada como el rechazo que han generado sus convencionales constituyentes, muchos de los cuales se postularon como voces independientes, no siéndolo.
El punto de partida para perder el tiempo fue, dentro de todos los intentos que se iban haciendo en las organizaciones políticas chilenas, sus ONG’s, grupos ideologizados de la academia y cuanta forma de mini colectivos se arman y desarman, hacer marchas que escalaron con la violencia de la desesperación que no rendía frutos ni réditos, y así vino ese día tenebroso de octubre donde la fábrica de muertes y desaparecidos –tan característica de la película de los extremistas de izquierda- dio su señal de imposición y el gobierno cedió a lo que ahora se va a a rechazar por el pueblo en su conjunto.
¿Una suma de marchas puede llevar a decidir el desmontaje de la estructura legal de una nación latinoamericana, presionando para que se convoque a una Constituyente, aún por encima de la existencia del Congreso? Es posible cuando los medios de comunicación, la suma de partidos, activistas y los alquilados de la escena cotidiana (algunos faranduleros de la televisión, la música y el deporte) se prestan a inundar redes sociales y portadas de diarios y revistas “cautivando al público” con mentiras y mensajes subliminales previamente elaborados y entregados para su réplica constante. Y no sólo eso, se crean víctimas de pobreza, enfermedades o desamparo laboral que al final dicen “..pero con una nueva Constitución, podremos lograrlo”.
A pesar de todo el millonario despliegue para haber construido sobre muertos y heridos, sobre la polarización y división de un gran país, esa Convención Constitucional finalmente ha resultado ser más rechazada que cualquier palabra de comparación.
El rechazo y la desilusión, se comparan eso sí, al gobierno actual, promotor de la fórmula de retraso, retroceso y desatinos imparables que hoy tiene a Chile en camino al desconcierto.
¿Y qué pasará si se rechaza la propuesta del borrador de nueva Constitución? Pasará que pasarán del recuerdo negado –las izquierdas y sus socios, cómplices y rentados- a nuevas rutas de enfrentamiento con todo lo que significa éxito, talento, progreso y desarrollo: contra la minería, contra el ahorro previsional, contra el fomento a la empresa privada, contra las clases medias y los emprendedores, contra la Iglesia y los Carabineros, y finalmente, contra las Fuerzas Armadas. Esos son “los enemigos de las izquierdas”.
Triste que Chile esté tan mal conducido y se encuentre “dejado al ritmo del viento contaminante y el deseo de la pelea constante”, perdiendo su sostenibilidad e integridad si sigue cayendo en la trampa del odio de las izquierdas que ya ahorcan al Perú y pronto estarán apretando el futuro de Colombia.