La esencia de toda inversión está en la educación, en la creatividad y en la colaboración entre los hombres, dado que son factores que la hacen posible; y habiéndose identificado una necesidad o escases, surge la motivación para darle satisfacción. La inversión, en general, dentro del modelo económico neoclásico, se realiza tanto en capital como en equipos, inventarios o infraestructura. Mientras que, en el neoliberal, incluye en adición a los anteriores conceptos, se incluye la inversión en capital humano. Además, para la síntesis neoclásica, que no olvidemos incluyo economistas neo-keynesianos; la inversión, depende de la tasa de interés, de los costos de factores productivos y del cambio tecnológico.
El objetivo de la inversión no es obtener utilidad, o atender una demanda, o proporcionar crecimiento económico; es conquistar confianza, construir y consolidar independencia económica, producto de utilidad y flujo de caja constante. Porque durante el proceso de evaluación y ejecución de la inversión, se identifican y atienden riesgos (operativos, legales y financieros), tomando acción para que no la afecten. Por ello, cuidar la reputación (detalles) y fomentar la colaboración, incluso obligando a normas de conducta, son claves para identificar a toda “nueva inversión”. Como, por ejemplo: la transparencia en la comunicación, respecto de derechos de propiedad, equidad en la asignación de recursos, y plena coordinación para la resolución de conflictos durante el tiempo de vida.
En el caso del Perú, si bien la inversión ha sido creciente en los últimos veinticinco años, el principal motor ha sido de fuente extranjera por los problemas de gestión con recursos fiscales. Aun así, existe una amplia cartera de inversiones que no se concreta. En el caso de la inversión pública, no ha sido falta de disponibilidad sino falta de capacidad de ejecución el problema, porque recursos suficientes existieron. Numerosos estudios confirman lo señalado, incluso tomando consideración: fluctuaciones producto de shock externos y sus ciclos; o desde la perspectiva de la organización para atraer inversiones o la concentración en los “cuatro fantásticos” (minería, pesquería, agroexportación y turismo) producto de potencialidades.
Pero en el imaginario actual, se puede identificar que “nueva inversión” se interpreta como inversión en nuevas tecnologías (inteligencia artificial, blockchain); o también, a inversiones sostenibles (socialmente responsables), o por tener modelos financieros alternativos (crowfunding, app-trading). Sin embargo, “nueva inversión” es revolucionaria por estar llena de soluciones, por traer tendencias emergentes dentro de ella; pero por, sobre todo, por ser aquella que ha aprendido de sus propios errores.
La “nueva inversión” no es resultado de políticas de shock o destrabe de inversiones, de promover o facilitar inversiones privadas, acciones que frecuentemente se asocian a ministerios mercantilistas o llenos de compadrería. La “nueva inversión” tampoco es inversión chapucera, que está asociada a producción burda o estafadora de bienes o servicios que no satisfacen a las expectativas del consumidor o no cumplen con lo que ofrecen ser castigadas por el mercado.
La regla fiscal de la “nueva inversión” es el esmero. Esmero, que involucra cuidado, desvelo, preocupación, celo, esfuerzo, sacrificio y minuciosidad. No solo incrementar la ratio de recursos fiscales asignados a la inversión como proporción de los recursos fiscales totales; ni menos el transferir a mitad del año recursos desde el gobierno central a los gobiernos subnacionales. Porque sin desvelo no se involucra a todo el estado; y porque sin sacrificio, no se recoge la actitud que tiene un obrero para hacer realidad sus sueños. Ese cuidado, con el que guarda en su monedero el fruto de su esfuerzo, es indispensable para lograr la inversión.
Por ello necesitamos ministro y ministerio de economía con sencillez, pero sobre todo con título moral. Los de PhD y Maestría, altamente digitales y de complejas expresiones, han demostrado que su “verosimilitud” es inversamente proporcional a sus títulos de cartón. Porque no olvidemos que Pro-Inversión dio viabilidad técnica a la corrupción, y desde el viceministerio de hacienda, se dio disponibilidad presupuestaria al despilfarro, produciendo perdida en la legitimidad fiscal.
Por ello, mejor fomento de la nueva inversión no ocurre por tener organizaciones separadas, Pro-Inversión para la inversión privada y la Autoridad Nacional de Infraestructura para la inversión pública mayor a 200 millones de soles. Tampoco por disponerse de solo una macroeconomía estable. Desde la perspectiva de la economía de la libertad, la cura se administra justo en esta parte, porque el estado debe ejecutar lo importante y esencial. Que significa la gran transformación del estado al mejorar su política de fomento de inversiones, dejando de ser promoción de inversiones que en realidad engríe inversores. Además, porque la reforma de la organización logra la movilización de las fuerzas morales del país, cimentando la confianza y la fe; y evitando que cualquier inversor, junto con sus cómplices, extraigan retornos y dejen miserias.
No olvidemos que la historia económica de las inversiones en el Perú, públicas y privadas, está llena de grandes chanchullos y escándalos. Donde la desorganización y el encubrimiento, ha protegido y protégé, a autores y cómplices. Un ejemplo está Petro Perú y en la inversión en Talara. Caso que solo menciono, por ser gráfico, de actualidad y muy conocido. No olvidemos que ya un complejo industrial petrolero en Talara fue pretexto para un golpe de estado. Por ello hay que tener cuidado con la premeditación con que se estructuran las grandes inversiones. Porque excusas, que van desde el propósito promover, hasta facilitar o construir la nacionalidad, se mantienen muy vigentes.
Es característica central en la “nueva inversión” pública la reorganización macrorregional, generando beneficios sociales y evitando desperdicios y postergaciones. “Nueva inversión” no descarta el adicional de lo mismo. Sin embargo, es diferente y completa, por ser revisión, dejando de lado malos hábitos. Porque el progreso se genera con recursos que no se malgastan. La inversión en los ministerios de la compadrería se caracteriza por tener “vitrina especial y “sazón” para promoverla. Las exposiciones periódicas no son otra cosa que una forma de renovar la curiosidad pública, que por su carácter permanente solo hacen para decir que se hace a diario lo que no ocurre.
Hay que reconocer que esto es menos perjudicial a lo que ocurre en economías centralmente planificadas. Donde se destruye el principal componente de la “nueva inversión”: la motivación de muchos por hacer realidad sus sueños. Pero tampoco “nueva inversión” florece en economías con hiperinflación, altamente dolarizadas y con dominancia fiscal. En economías como esas, donde se depende tanto del tipo de cambio y se carece de banco central capaz; la falta de confianza y alta volatilidad del tipo de cambio destruye casi todas las inversiones. Porque sin equilibrios macroeconómicos básicos no es posible superar riesgos dejando todo en incertidumbre.
Distinción importante de la “nueva inversión” es significar elevación la productividad de la peruanidad. Por lo tanto, es inversión de orden superior a la implícita para alcanzar el PBI potencial, conocido como el nivel máximo de producción que puede alcanzar una economía sin generar presiones inflacionarias. Ello porque el PBI potencial es un indicador que estima la capacidad productiva de un país, considerando factores como el capital, trabajo y la tecnología disponible; y tasas de crecimiento superiores implican reformas o cambios en las productividades de esos factores. Nueva inversión es aquella que incluye reformas.
Nueva inversión, sin despilfarro, inepcia, entreguismo, compadrazgo e indiferencia, ocurre producto de la transformación del estado al aumentar su coordinación, eficiencia y efectividad en todo el país. No olvidemos que las fuerzas en el mercado se encuentran muy bien organizadas, incluso con entidades representativas, con influencia directa en los poderes públicos. Por ello es vital para crear riqueza para el que no la tiene que el estado en sus tres niveles invierta para atender a obreros campesinos o consumidores postergados.
Es curioso el ómnibus que representa la “promoción de inversiones” dentro del estado peruano, porque se constituye en una canasta transversal de desperdicios y entreguismo, en la cual se encuentra desde subsidios con dinero del pueblo, hasta dadivas que permiten pingues ganancias. Cuando en realidad solo se necesita fomento, ese que moviliza la patria con sincera acción y guía prioridades en no estorbar. Por ello, la inepcia, característica de la inversión pública, es una necia repetición de las mismas formas de hacer incluso el mal, demostrando impericia, ignorancia, torpeza inutilidad y sandez, en suma, incapacidad.
La verdadera revolución
En la “economía de la libertad”, la inversión, se realiza para construir nuevas fronteras, nuevos modos de organización de los factores productivos, creando capital tecnológico que aumenta la productividad; y, por lo tanto, mejorando los ingresos. El fomento de la Inversión es la verdadera revolución. Ya precisamos que en la “economía de la libertad” el estado interviene basado en dos criterios: a) para evitar la anarquía en los mercados que está principalmente referido al consumo y gasto y b) para fomentar el desarrollo en el país que esté directamente a la inversión.
Como la libertad económica es previa a la libertad política, todas las consideraciones técnico-económicas de la inversión y su evaluación se dejan de lado cuando los riesgos son imprevisibles.
El fomento de la inversión, que no es promoción ni atracción de inversionistas característico del mercantilismo entreguista; durante la formulación, desarrollo e implementación de proyectos tanto por el sector privado como por el estado, considera real fomento cuando es fruto de la humildad con que se reconocen y valoran las riquezas que se disponen y de las posibilidades de ponerlas en valor.
En la “economía de la libertad” el esfuerzo es concertado con la comunidad con respeto haciendo posible la inversión y que ningún extremo se superponga sobre otros. En la economía de la libertad no hay supremacías, de unos sobre otros, dado que todos los posibles beneficiarios tienen solidario interés porque se concrete lo beneficioso.
Termino por mencionando que la “nueva inversión” que está inmersa en la “economía de la libertad” le corresponde una “nueva estructura del estado” por estar basada en obtener legitimidad fiscal consistente geográfica y técnicamente. Porque identifica desperdicios y faltantes en los comportamientos económicos para hacer lo necesario y revertir aquellos que son yugo.
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