A inicios del mes de julio, el último de nuestra Independencia, se realizaron constantes reuniones poco secretas –de acuerdo a nuestras fuentes-, que congregaron a representantes del gobierno y del partido de gobierno, de los organismos electorales, algunos medios de comunicación bastante oficialistas por decir lo menos, ONG vinculadas a asuntos políticos y aparentemente académicos, una activista embajadora y su par con acento hispano y finalmente, gentes que movilizan la representación de intereses políticos y financieros relacionados con quien se avizoraba ganador de la segunda vuelta. Así fue…
Para no generar filtraciones, se dejó de lado “eso de anuncios, eso de resultados” porque el objetivo se iba a cansar o en el mejor de los casos, “tienen que tranzar”, según creían que era el desenlace natural de la legalización de los resultados.
Y les funcionó muy bien el Plan, y cayeron redonditos los ingenuos.
No vamos a decir que se los dijimos, sería vanidoso. Solamente apuntamos lo que la pizarra de eventos iba descubriendo y por cierto, otros también observaron nítidamente estos hechos, pero tampoco los escucharon a ellos.
En los días de julio, este que es el último de nuestra Independencia, corrieron apuestas de golpes de estado, renuncias y alianzas que nunca fueron ciertas pero las mencionaban los chismosos y chismosas de la política, los dateros y dateras de las redes sociales, como si fueran más ciertas que cualquier verdad. Y todo pasó del chisme y el dato, a ser mentira tras mentira. El afán de moda es ser “el que dijo o la que dijo eso que nadie lo anunció”. Como que te da un status de “referente informal”, de ser el que sabe absolutamente todo lo que los demás aún no saben… pamplinas, huachaferías, estupideces, ociosidad para el aplauso de dos o cinco, nada más.
Esa secuencia (del chisme y del dato falso) fue provocada inteligentemente por los operadores de la “transición democrática”, expertos manipuladores que usan algunos medios de comunicación cuando requieren servicios de complemento financiero para sus reducidas arcas, porque “disparar a matar no rinde”, en cambio la avalancha procesal, la infinidad de acusaciones y relatos inventados, la secuencia y frecuencia del daño repitiendo una y otra vez un slogan sobre la honra manchada, eso penetra en las mentes de los ciudadanos y queda en el corazón del odio que se ha formado.
Entonces, mientras estábamos en las telenovelas del chisme y el dato, en una guerra diaria de “zooms” repetitivos con los mismos rostros entre la asistencia y la mesa de expertos (que no lo son, salvo limitadísimas excepciones), los rojos, los progres, los caviares, los de las decenas de agrupaciones de izquierda que tienen máximo cien militantes pero hablan como si fueran decenas de miles, estaban armando el gobierno y el final de la historia de la Independencia del Perú. ¿Así o más imbéciles estuvimos?
Y así también, la desesperación por la profundidad del hoyo del que no se salía llevó a convocar a más expertos en enredos, que a buscar profesionales que te responden con la verdad.
El Perú ha perdido rumbo, pero no su destino. Ese es nuestro reto.