Las noticias en los medios de comunicación nos pueden dar la impresión de que estamos en la cueva de Ali Babá, rodeados de más de cuarenta ladrones. Una rápida mirada nos da cuenta de esos males.
El problema de la inseguridad ciudadana es notorio. Si aplicamos, asimismo, el test de honradez a los políticos, bastantes de ellos no pasarían la valla mínima. Agendas sustraídas, sombras de sospechas, indicios de corrupción, contracción de la economía, desconfianza por doquier.
Estas amenazas son una realidad, pero no son la última palabra ni deberían marcar la agenda del futuro del Perú. Para no irnos demasiado lejos, basta pensar en el Perú que deseamos encontrar en el 2021. Un tramo corto, cuyo recorrido empieza ahora.
Jorge Basadre –en felices expresiones- hablaba del Perú como problema y posibilidad. Tenemos en nuestras manos grandes oportunidades para convertir la promesa de la vida peruana en realidades ciertas que nos permitan el bienestar y la vida buena que lo haga sostenible.
El político mañoso, manipulador, calculador, ambicioso de poder, conseguirá llenar su cueva de tesoros mal habidos. Existe, desde luego, pero es de esperar que el buen juicio nos acompañe en estas lides electorales que se avecinan y podamos elegir a aquellos que sintonicen mejor con las aspiraciones de las familias peruanas.
Hemos sido siempre un país abierto al mundo. Podemos aprender de los países vecinos y de los lejanos. Pero es, igualmente cierto, que en el seno de la sociedad peruana se atesoran riquezas culturales, tradiciones, visiones arraigadas en el respeto de la persona. Son siglos de historia que han acrisolado nuestra identidad.
Necesitamos políticos capaces de captar la nueva sensibilidad que anida en los corazones y en los sueños de la mujer y el hombre de a pie. Políticos que lleven al parlamento, a los gobiernos regionales y municipalidades la agenda de los ciudadanos reales, de las grandes mayorías que madrugan para buscar el bienestar de sus familias. Políticos que no pretendan meternos de contrabando su agenda ideologizada, desconociendo lo que somos.
No hace falta más Estado, hace falta más sociedad, más emprendedores y emprendimientos. De ahí que, entrelazar Estado y sociedad, quizá sea de los retos más grandes que nos presenta el futuro inmediato.