La frase resulta siendo cierta, cada vez que la recuerdo: Este gobierno es una porquería, lo sabemos. Pero, sus reemplazantes inmediatos, de acuerdo a la Constitución, ¿No son de la misma porquería? ¿Esperamos que venga algo peor o preferimos seguir en lo mismo? ¿Quién o qué nos da una mínima garantía que será mejor otro cambio más? La realidad es que estamos aburridos, desganados, desconfiados, desarmados; no somos indiferentes, sino ajenos a volver a suicidarnos con otro sinvergüenza como Vizcarra, un cobarde e indeciso al estilo Merino, quizás un caviar ocioso apellidado Sagasti a modo vacaciones “all inclusive” en palacio, para que se elija inmerecidamente, por manipulación de los medios del activismo y la militancia izquierdista y oenegera, a un violento como Castillo, que luego los reventó -a los izquierdistas clasemedieros y su prensa adicta al dinero del Estado- gracias a su plancha y cohorte delictiva dirigida por el prófugo Cerrón y la innombrable “scarfase” Boluarte, que los traicionó, pero sigue haciendo su juego bajo la mesa con ese Cerrón, Acuña y compañía.
¿Y saben? todo, todo fue por odio. No es una novela, es la tragedia que escribimos los peruanos cada día, nuestra letanía y castigo. Entonces, para no volver a lo mismo, nos hemos vuelto más constitucionalistas que la propia Constitución y decidimos, no sé cómo, pero parece que lo hemos hecho, que todo siga igual “en el marco de la Ley y la estabilidad democrática” permitiendo que los y las peseteras de los medios de comunicación sigan mintiendo, extorsionando, robando y por supuesto, y sobre todo, dejando mentir, extorsionar y robar, a sus aliados de la agenda globalista.
La imaginación es la puerta de la auténtica perversión a la peruana, porque se hace realidad y un imbécil o una ignorante que leen teleprompters “abren su canal” (lo que es mentira, porque en un canal como YouTube, colocan su espacio, como cualquiera lo puede hacer y lo hacen decenas de millones en el mundo, pero a la ignorancia y la estupidez de las izquierdas del odio, la de ellos, les dan credibilidad algunos que dicen que “ya tiene su canal” el despedido, el ególatra, la desquiciada, la intolerante y el cobarde auto elogiado que ni a su madre sostiene en su lecho de dolor y abandono).
Estamos viendo cómo la porquería se proclama la nueva inteligencia, cuando es deshonestidad absoluta.
Estamos comprobando que NO existe oposición a lo que se opone al país y la gran mayoría que le grita a Dina (a escondidas, nunca de frente) clama, llora y se arrodilla por ser otra vez ministra, viceministra, asesor o consultor, tener un contratito más en el Estado, en algún espacio oculto del sector público. Y lo hacen, esto también, los periodistas que ya no son ni fueron periodistas, los políticos que no son “políticos como los de los años 1960, 1970, 1980 y un poquito más, nada más”.
La inmundicia de la izquierda del odio quiere volver, está desesperada, es su derecho. La inmundicia que se dice ser de derecha y de centro, que es peor en su hipocresía y acomodo, traición y costumbres, también quiere volver o seguir mamando ubres tributarias. Pero ¿Reemplazar la inmundicia por más inmundicia? ¿Seguiremos en el mismo cuento de cirugías, prófugos protegidos, insultos entre representantes de “instituciones” y ataques entre poderes del Estado? ¿Los ciudadanos, seremos ciudadanos otra vez?
Estamos en medio de un remolino político incontrolable que solo se detiene con dureza hacia todos lados, con represión (aplicando la Ley) a los que gobiernan, a los que cogobiernan y a los que pretenden gobernar (viniendo del mismo desagüe moral).