El presidente del Consejo de Ministros, Alberto Otárola, ha incurrido en el peor defecto que puede tener un varón y un político: la cobardía. En el interrogatorio fiscal sobre las acciones antisubversivas de diciembre – enero, que costaron la vida de numerosas personas, en un acto vil que lo descalifica humanamente y para el cargo, ha dicho que él no sabía lo que estaba en curso y que los militares no le informaron nada.
Con eso ha quitado respaldo a las FF.AA. y a la Policía Nacional entregándolas a los lobos que trafican con los derechos humanos; además, les ha bajado la moral cuando la subversión terrorista y el separatismo golpean duramente tanto en Lima como especialmente en Puno y otros lugares estratégicos de la república.
Con esta vileza de no solidarizarse con las fuerzas del orden queda al descubierto que toda la estrategia antisubversiva del Gobierno está completamente desenfocada. En un experimento social y político único en el mundo por orden de Boluarte, Otárola y el ministro de Defensa Chávez Cresta se está lanzando al sacrificio bárbaro e inútil a policías y militares que heroicamente deben enfrentar a los sediciosos simplemente con varas, escudos y como máximo gases lacrimógenos sin poder utilizar sus armas de reglamento. Y a consecuencia de ello siguen los intentos de tomas de aeropuertos, incendios a juzgados y fiscalías, bloqueos de carreteras, ataques de cuarteles y hasta manifestaciones violentas donde se utiliza a niños como escudos humanos.
Las bajas de muertos y heridos entre la tropa, como lo ocurrido en Juli el fin de semana, son numerosas; y a nadie le importa la violación de derechos humanos de policías y militares que trabajan en condiciones críticas, con insumos precarios, falta de vituallas adecuadas y con una absurda limitación para que defiendan sus posiciones. Entre tanto la literal entrega de Puno al control subversivo y terrorista preocupa porque el separatismo de esa región está a punto de concretarse ante la impotencia del Estado peruano.
Es hora de cambiar de estrategias, pero sobre todo de líderes políticos. Otárola es cobarde y malaguoso, no es el líder que necesitamos; Chávez Cresta es detestado por tropas y oficiales. Y Dina Boluarte debe dejar su ambivalencia, comenzando por renunciar a sus membresías en el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla. No podemos seguir enfrentando al terrorismo con tetelemeques que, finalmente, son izquierdistas herederos de Castillo metidos en el Gobierno.