El actual cardenal de Lima, el señor Carlos Castillo, un sacerdote conflictivo y enfrentado a sus propios pares obispos y otras autoridades de la Iglesia católica peruana, será “el segundo cardenal de poco tiempo” nombrado un mismo Papa que antepuso sus cercanías políticas, al mandato y exigencias de la Iglesia en estos tiempos. Así, Castillo cerrará oficialmente un servicio de apenas cuatro meses, presentará su renuncia y el Papa podría ver si le extiende post renuncia, algunos meses más el cargo o como en otros casos ya vistos, le acepta la renuncia y es puesto a disposición de lo que más convenga.
Exactamente igual sucedió con Barreto, otro cardenal activista y militante de lo que se denomina “progresía”, a la sazón, una suerte de tendencia ideológica fuera de los preceptos de la Iglesia católica, que tiene una modalidad interesante de uso del cargo cardenalicio para manipular y confundir, mediante algunos discursos en respaldo a la agresividad política de las izquierdas “moderadas”, lo mismo que con los afanes contra la industria minera, sin atacar la extracción ilegal y contaminante que es el verdadero y gran problema social, económico y humano.
Tenemos por ello la evidencia que estos dos cardenales de corto tiempo y corto entusiasmo político, son aliados de las izquierdas desde sus cargos y desde el púlpito, aliados con muchos medios de comunicación de la mismas tendencias y objetivos: contra la empresa privada, contra el progreso, contra el desarrollo humano, justificando la violencia urbana y la ideologizada, apoyando que se destruya y desprestigie a los gobiernos que no son de la izquierda del odio, en vez de ser canal de entendimiento para la sociedad en su conjunto.
Barreto, acusado seriamente de no cumplir su celibato y tener una familia extra sacerdotal fue nombrado como cardenal también por apenas unos meses, para que al cumplir los 75 años el Papa le extienda su ejercicio hasta los 80 años, en un acto que fue duramente criticado por los feligreses (no ha sido un cardenal con carisma en su sede Huancayo). Sin embargo, algunos se preguntan si el Papa Francisco, íntimo amigo de Barreto, le concedió una dispensa de excepción reservada, al saber del escándalo que se estaba hablando en su comunidad por tanto tiempo. Y lo mismo ocurre con Castillo; los rumores en la Universidad donde se desempeñaba y fue suspendido en alguna oportunidad, van desde actitudes agresivas, favorecimientos indebidos, uso de la cátedra para atacar al Episcopado y promover la absurda “teología de la liberación”.
Dos cardenales de unos cuantos meses y de nula simpatía y carisma, que al cumplir los 75 años se quedan más tiempo que el de un ejercicio formal es un escándalo, dos cardenales militantes de la progresía que tanto daño le hace a la Iglesia y en cambio cuatro Cardenales que han dejado mensaje, ejemplo, escuela y admiración, como lo fueron el Cardenal Juan Luis Cipriani y sus antecesores, Augusto Vargas Alzamora, Juan Landázuri Ricketts y Juan Gualberto Guevara.
El Perú necesita dos Cardenales jóvenes para romper este último ciclo de autoridades de nula eficacia.