Una de las mejores lecciones aprendidas después de 4 meses de pandemia es el haber constatado que el ser humano es muy frágil en su salud y en sus conocimientos.
Muchos de los que alardeaban de ser fuertes, que nunca se iban a contagiar, y los que anunciaban que tenían la “pomada mágica” para curar, han caído estrepitosamente derrotados por el virus que sigue en un crecimiento exponencial, aumentando el número de contagiados y de muertos.
Recordamos la presunción del que dio el discurso de inauguración del Titanic antes de su viaje fatídico; muy orondo se atrevió a decir: “a esta barco no lo puede hundir ni Dios” a las pocas horas solo le quedaba decir, muy avergonzado: “¡trágame tierra!”
La realidad de la vida le enseña al hombre sus debilidades. Los mismos médicos se encontraban metidos en un laberinto sin salida. La principal experiencia es reconocer que se sabe poco y que cualquier cosa puede pasar.
En este recorrido angustioso que empezó hace 4 meses no dejaron de oírse consejos que luego eran rectificados por otras experiencias que tampoco eran tan seguras, ni definitivas. Han aparecido teorías distintas sobre lo que habría que hacer para evitar el contagio, unas oficiales, otras “piratas” que entraban en conflicto, mientras tanto el número de los fallecidos aumentaba en todos los lugares.
Algunos, que se jactaban de tener menos muertos, tuvieron que callarse porque a ellos también les llegó con furia el ataque letal.
Se siguen oyendo voces que anuncian medicamentos milagrosos, y sin embargo, los números de los contagiados y los muertos no paran. Las únicas armas que quedan para no contagiarse son: no salir de casa, lavarse las manos y usar mascarilla.
Todos hemos visto que los distanciamientos en las calles son imposibles en los lugares donde se producen aglomeraciones, y no son pocos. Mientras, la gente sigue contagiándose y en algunos lugares hay rebrotes o ha empezado una nueva ola.
Tiempos de incertidumbre
La incertidumbre es la nota dominante de estos tiempos. Aún no sabemos si estamos terminando o empezando, ignoramos lo que pueda venir; lo único cierto es constatar la debilidad humana en todos los campos del quehacer cotidiano.
La economía es otro capítulo aparte donde se puede también constatar las limitaciones humanas, aunque unos tengan más culpa que otros.
Las grandes crisis económicas que azotan el mundo
En este mismo siglo se dieron tremendas crisis económicas; la primera en el país más potente del mundo, Estados Unidos y la segunda en los países europeos del primer mundo.
Ahora la crisis llega a todos los continentes y afecta a millones de personas que han perdido sus trabajos y no saben cómo recuperar todo lo que han perdido. Las debilidades humanas se ven por todas partes, solo quedaría decir: “¡sálvese quien pueda!” y da mucha pena ver que muchos no pueden: unos fracasan y se desesperan y otros mueren porque no pueden ser atendidos.
Llamar a Dios para que venga
En los evangelios dice el Señor: “Sin mí nada pueden hacer” Quizá el pecado mayor de la humanidad es no haber contado con Dios. El quitarlo de la vida y de la sociedad desencadena una cantidad de males que afectan a todos los hombres. Lo estamos constatando.
Lo que habría que hacer en primer lugar es reconocer ese error y volver a Dios arrepentidos, para que Él, en su infinita misericordia, nos perdone y nos devuelva todo lo que necesitamos para vivir en armonía y con paz, cumpliendo con nuestro papel, que es nuestra misión mientras estamos en la tierra. (P. Manuel Tamayo)