Cuando el relativismo penetra en los gobiernos y en las autoridades todo “hace agua” y las estructuras sólidas de un país terminan hundiéndose. El relativismo lleva a la tiranía gubernamental cualquiera que sea el sistema de gobierno.
Todo país debe funcionar con la verdad y por lo tanto con la coherencia de sistemas que vayan con una antropología correcta del ser humano.
Una antropología que respeta la finalidad de las personas para que los gobernantes sepan cuáles son los medios aptos, (en salud y educación), para que los seres humanos puedan desarrollar sus capacidades y logren vivir en la armonía que se requiere para que todo camine bien.
El Estado debe garantizar la paz social y los ambientes adecuados para la vida familiar y laboral de los ciudadanos.
Los gobernantes deben ser personas idóneas con capacidad para saber lo que es bueno para el país. Esas autoridades procurarán encontrar los mejores caminos, a través de instituciones o empresas serias y de prestigio, para conseguir los recursos necesarios para que la población sea solvente y pueda vivir en paz.
Los infectados por la mentira
El relativismo cambia la verdad por lo práctico o por lo que se considera conveniente. Ya no importa tanto si es bueno o malo; se deja de lado la moral y todo queda a merced del gusto o del capricho.
Cuando las personas no han tenido una formación en virtudes y valores, es fácil que quieran tejerlo todo con arreglos y mentiras, en ambientes donde el tráfico de influencias y las presiones son el “pan nuestro de cada día”.
Movidos por engreimientos y tarjetazos esos personajes ambiciosos, van avanzando en una carrera por el “éxito”, acompañada de acomodos y ocultamientos, que terminan en la corrupción, para luego generar los enredos de una telaraña que ellos mismos tejieron, con sus faltas de honestidad y sus deseos de “trepar”, para hacer “curriculum”.
Un poder que destruye y se deshace
El relativista estatal piensa que hace bien a todos, que es suficientemente poderoso y cree que él debe quedarse en el poder por el bien de los demás. Aunque parezca increíble así es la presunción del relativista que se vuelve en un verdadero tirano.
Los relativistas, si siguen en sus “trece”, inventarán “verdades” para conseguir aprobación, a la larga, con la tiranía que ejercen, buscarán el sometimiento de los que trabajan con ellos y de todos los que buscan conseguir alguna gollería o prebenda.
Esas autoridades del relativismo suelen mentir con un cinismo indignante, son hipócritas que se disfrazan de honrados y acusan a los demás como los malos de la película. Son los que ven “la paja en el ojo ajeno y no ven la viga en el propio”
Lamentablemente hoy se ve esta conducta en muchos políticos y gobernantes. Para desgracia de estos “afortunados” la “luna de miel” en el poder les dura muy poco. Cuando pasa el tiempo, estos infectados por la bajeza de ambiciones impropias, se derrumbarán. El disfraz de “honrados” con el que parecían afiatados, es endeble y termina rompiéndose; es entonces cuando todos empiezan a ver la podredumbre de toda la mezquindad que llevaban dentro.
En la pandemia de la corrupción hay una sarta de infectados, que son impresentables para ocupar cargos representativos.
Algunas veces puede dar la impresión de que no valen ni los que están, ni los que quieren estar; con honrosas excepciones.
Nota de Redacción: Puedes leer más reflexiones del Padre Manuel Tamayo en adthronumgloriae.blogspot.com