Es gratamente alentador y conmovedor descubrir miles de profesionales de la salud que son para “quitarse el sombrero”, personas excelentes, de mucha calidad humana y de un gran prestigio profesional.
La pandemia nos ha dado la oportunidad de descubrir a estas personas que merecen toda nuestra consideración y respeto. No son pocas, las hay en todos los países, en las ciudades y en los pueblos.
Hemos visto su entrega y dedicación, la gran mayoría en silencio, sin llamar la atención, haciendo un trabajo extraordinario, muchas veces sin los medios adecuados y con bastantes limitaciones. A ellos no les faltó lo más importante: el auténtico amor al prójimo.
Héroes y santos en un mundo de acusaciones y quejas
Los medios de comunicación y difusión no han estado a la altura de estas personas; son pocos los artículos y ediciones televisivas que reflejan la calidad de estas personas.
Es verdad que aparecen titulares en los medios de comunicación señalando personas que están en primera línea de combate contra el COVID, incluso entregando sus vidas en momentos duros y difíciles, con muchos contratiempos y contrariedades; también se habla de los policías que se han contagiado por el servicio que prestan a la población durante la pandemia.
Sin embargo se expone todo esto en son de queja, para echarle la culpa a ciertas autoridades que no supieron trabajar bien para evitar el costo alto de contagiados y fallecidos por la pandemia.
Faltan artículos, más profundos, que resalten la calidad de estas personas valiosas que son ejemplo de humanidad y amor al prójimo.
En cambio, todos los días, en medio de los trajines y contratiempos de la pandemia, es penoso escuchar comentarios peyorativos como: “los médicos no saben nada” o “a los médicos solo les interesa la plata” o “los laboratorios son puro negocio”
En el mundo de hoy, alejado de la verdad, se suele generalizar y meter a todos en el mismo saco. Estos comentarios, u otros similares, los suelen hacer los que tienen un pensamiento único y se creen los dueños de la verdad.
El egoísmo, la falta de humanidad y de profesionalidad
En todo el mundo existen profesionales malos y personas que no les importa para nada el prójimo, incluso el de su propia familia. El egoísmo es consecuencia de la soberbia. Cuando la sociedad está infectada de amor propio, se multiplican los robos, las mentiras, las coimas, las envidias, los odios, la violencia. El hombre se vuelve enemigo del hombre y empieza a pelearse.
No podemos olvidar que los que están en el mal suelen hacer mucha bulla y atacan con exageraciones y calumnias a los que buscan el bien. Pero también es bueno considerar que hay personas “bondadosas” que están en la “luna” con apreciaciones fuera de la realidad y que no son capaces de señalar el camino correcto. No tienen puntería para dar en el blanco.
Reconocimiento y gratitud a las personas buenas
Tenemos que agradecerle a Dios y estar muy contentos si hemos tenido la oportunidad de ver a gente muy buena.
Cuando luchamos bien por mejorar, y nuestro ser está orientado hacia lo más bueno y noble de los seres humanos, es entonces cuando captamos y logramos escuchar a médicos y enfermeras, que han estado dedicados totalmente a los enfermos, responder a periodistas que les preguntan sobre sus trabajos. ¿No es verdad que nos quedamos totalmente conmovidos y agradecidos cuando escuchamos unas respuestas llenas de gratitud por la noble tarea de servir y querer al prójimo?
Una enfermera decía: “cuando atiendo a un enfermo veo en él a un familiar y me esmero en atenderlo con mucho cariño” Un médico que estaba todo el día con pacientes COVID decía: “al entrar a mi turno le pido a Dios que me proteja y que me ayude a querer a cada enfermo. Me da muchísima alegría cuando un paciente supera la enfermedad”.
Cuántas veces hemos visto a médicos y enfermeras llorar cuando fallece un paciente y aplaudir llenos de alegría cuando sale de alta. Es todo un mundo lleno de espíritu cristiano, de conversiones, con amistades incondicionales que se forjan para toda la vida.
Hay muchas cosas buenas que son de Dios; todo un mundo maravilloso lleno de esperanza que solo lo puede ver, para agradecer, la persona que lucha por ser mejor y crece de verdad en el amor a Dios y al prójimo. (P. Manuel Tamayo)