Jesús, que era inocente y el más bueno de todos, tiene que pasar por el maltrato y el odio del hombre pecador. Recordemos que aquí se trata de unas autoridades corruptas que mienten e incitan al pueblo para que los apoye en la condena a un inocente.
Los tribunales, que competían en una suerte de protagonismo, se movían por motivaciones totalmente políticas. La verdad les traía sin cuidado. Todos procuraban buscar, a su manera “verdades” para fundamentar una acusación.
A Jesús lo llamaron impostor, amigo de publicanos y pecadores. Lo acusaban de haber infringido el sábado haciendo milagros y de haberse hecho llamar Hijo de Dios. Le pedían demostraciones extraordinarias, pero Jesucristo no se prestaba para atender a esos caprichos.
Al final después de muchas idas y venidas y de haberlo maltratado miserablemente, en un juicio amañado, totalmente singular y atípico, lo condenan sin pruebas para acusarlo y condenarlo a muerte.
Estaban condenando a un inocente. Para lograr ese objetivo sin tener mayores problemas manipularon para convencer al pueblo y que sea el mismo pueblo el que lo condene. Con los medios que tenían fue fácil sembrar el odio contra Jesús para condenarlo a muerte. Todo estaba amarrado.
Ni siquiera sirvió compararlo con Barrabás, el peor de los asesinos. Las grandes mayorías habían decidido ya su condena.
La historia se repite
Esta historia se repite constantemente. Lo estamos viendo a diario. Hoy se perdona al peor y se condena al mejor. Proceden exactamente igual. Todo un aparato de autoridades conchabadas para tener el poder y dominarlo todo, tienen licencia para cometer, de un modo habitual, las más grandes aberraciones contra la justicia. Sin que nadie pueda hacer nada.
Condenan al inocente y sueltan al culpable
Al que deben condenar no lo condenan, dan un dilata eterno buscando salidas para la impunidad total y a los que han cometido pequeñas faltas, que no tendrían mayor trascendencia, les hacen un escándalo y los llaman criminales o personas peligrosas que hay que evitar.
La democracia cuando no se sustenta en la verdad es aberrante y terrorífica.
Que se junte un grupo disfrazado de honradez y trasparencia para mentir diciendo que van conforme a la ley, tengan los cargos que tengan, para conseguir poder y dominio, es algo que no se puede permitir.
Autoridades corruptas
Hoy estamos viendo autoridades corruptas en todos los poderes del estado. Las decisiones se toman desde la corrupción y por eso vemos movidas increíbles donde no está presente la justicia.
La ignorancia y el desconocimiento de la antropología del ser humano dan cabida a “teorías” que atentan la dignidad de la persona y el papel que deben desempeñar en la sociedad.
Al hombre lo convierten en un esclavo de los sistemas con una autonomía para el libertinaje, que es otra esclavitud que juega con los placeres y pasiones del ser humano.
A los que defienden las virtudes humanas los llaman retrógrados e incluso discriminadores enemigos de la igualdad de las personas. Y éstas personas, movidas por ideologías de interés, desconocen por completo la doctrina cristiana que enseña la Iglesia y que tiene su fuente en la Sagrada Escritura. La Biblia ya no les dice nada, los diez mandamientos les parecen anticuados.
Esta ignorancia, bastante generalizada y la corrupción de las autoridades, vuelve a poner en escena la Pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo.
Todo el camino del vía crucis, que recorren nuevamente, los cristianos fieles al querer de Dios, es el que, a la larga, los sacará de los laberintos que han creado los sembradores impuros del odio. El camino de Dios es el de la verdad que nos hará libres. El otro, que llaman políticamente correcto, es el de la mentira y la hipocresía que siempre termina mal.
El más bueno es Dios y Él nos ha dejado a través de Jesucristo y de la Iglesia su Palabra que tiene vigencia para todas las épocas. Urge escucharla y conocerla bien. Está dirigida a cada uno de nosotros. Allí está nuestra vida y nuestra liberación, (P. Manuel Tamayo).
“Pilato les dijo: ¿Qué haré con Jesús que es llamado Cristo? Le dijeron todos: ¡Sea crucificado! Y el gobernador les dijo: ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban más diciendo: ¡Sea crucificado! Y viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy de la sangre de este justo, ¡allá ustedes!” (Mt, 27, 22-24)