Siempre se ha relacionado la voluntad de Dios con la del pueblo y la razón está en que el pueblo son todos los seres humanos que están creados por Dios a su imagen y semejanza. Si cada ser humano es una obra de Dios, lo que más lo acerca es su inteligencia y voluntad, que lo diferencia del resto de la creación.
Se menciona solo la voluntad porque se trata del amor, que es lo primero que el hombre debe tener en ejercicio para ser libre y feliz. La inteligencia le da luces al ser humano para que escoja la verdad que lo hace libre.
La voluntad de Dios es que el hombre conozca la verdad para ser libre y poder salvarse. Es por eso que envía Dios Padre a Jesucristo que con su palabra nos trae la verdad. La verdad está dirigida al pueblo, que son todos los hombres que están en una comunidad. Los hombres juntos y unidos deben ayudarse a escoger la verdad.
La voluntad del pueblo es la voluntad de Dios cuando el pueblo se enriquece con la verdad que recibe de Dios y escoge lo mejor: lo que le hace crecer para amar y conseguir amando la libertad de los demás.
Lo contrario a la voluntad de Dios y del pueblo
Lo contrario a la voluntad de Dios y del pueblo es la mentira. El que miente traiciona y el que traiciona divide, se pone de la otra parte porque ha escogido la mentira para triunfar.
Escoge la mentira el que no se ha esforzado por conocer la verdad y quiere hacer creer que tiene la verdad.
El que conoce y quiere la verdad une y se pone muy contento cuando las personas escogen el bien que los hace libres y felices. Con la libertad se tiene la paz y la armonía, hay entendimientos y buen trato entre los seres humanos.
La zafiedad de la mentira
El que está en la mentira tiene un lenguaje procaz de insulto y rebeldía, divide y busca solo el poder para derrocar a los adversarios. Es una suerte de competitividad enfermiza que lleva a la confrontación constante para ganar protagonismo y beneficios personales o de grupo. Busca controlarlo todo para ser poderoso. Es el camino de la tiranía.
La Sagrada Escritura nos advierte del camino del mal y la perversidad, cuando el ser humano se aleja de Dios y quiere quitar a Dios de la sociedad y del mundo entero. Quiere que el mundo sea antropocéntrico y no teocéntrico. Es el hombre que expulsa a Dios y quiere sentarse él en el lugar de Dios.
La urgencia de la unidad
Es voluntad de Dios que el pueblo esté unido y estará unido cuando los seres humanos sean capaces de perdonarse y de quererse como verdaderos hermanos, como hijos de Dios.
Un pueblo está unido cuando cada uno busca el bien de todos y se cuida la vida de tal manera que nadie sea olvidado o marginado. La unidad es para que todos podamos trabajar y salir adelante con nuestro propio esfuerzo.
En una sociedad unida se encuentran los medios para el desarrollo personal de cada uno con el ejercicio de su propia libertad. El que realmente ama es feliz cuando los demás son libres, entendiendo por libertad el conocimiento de la verdad que hace digna y grande a la persona.
La libertad no es la independencia y menos la rebeldía. Esas situaciones pueden tener su explicación, pero no se puede decir que son libertad. La independencia y la rebeldía pueden ser conquistas para dar un paso en situaciones difíciles, pero no son la libertad en sentido estricto.
Solo con la verdad se obtiene la anhelada libertad, que es además un respeto a los modos, opiniones y circunstancias que puedan tener los demás y que podrían exigir comprensión y paciencia.
La sociedad unida encuentra los modos de resolver los problemas rápidamente, sin demoras, dando atención a los temas que son más importantes en primer lugar. Las dificultades se solucionan con el diálogo y los entendimientos entre los seres humanos.
Recemos para lograr estos objetivos en nuestro país, sin olvidar que es mucho más importante la voluntad de Dios que pedimos en la oración que Jesucristo nos enseñó: “hágase tu Voluntad así en la tierra como en el Cielo”