No salimos de frases adoptadas como parte de nuestros ADN (es decir, los peruanos tenemos miles de ADN que ni siquiera resisten un examen, porque definitivamente son nuestros), donde se puede afirmar “es lo mismo de siempre”, “qué vamos a hacer”, “no pierdas la esperanza” o quizás, “mientras no me fastidien…” siendo éstas las primeras frases de una mañana de enero, de un año camino a elecciones presidenciales, de la nueva Cámara de Diputados y de la también nueva Cámara de Senadores, donde prácticamente nadie vendrá de las respectivas y antiguas “Cámaras” que dejaron de existir hace décadas, para formar lo que hasta ahora sobrevive en medio de gravísimas distorsiones a la legislación y a la moral, ya que el Congreso de la República es lo más parecido a una estación del delito, a un bar “de faites y patrones del crimen” institucionalizado (por ellos mismos, por su pares y sus contrapartes, por sus promociones anteriores, vigentes y futuras).
La desinstitucionalización es tan evidente como la puesta en escena de la nueva institucionalidad, la del no hacer lo que debe de ser, porque es mejor hacer de lo irracional, abusivo y perverso, el “nuevo modelo de vida” de los peruanos y visitantes que ya están acomodados a estos ritmos y ritos de caos, anarquía y podredumbre que se han legalizado y legitimado. Lo absurdo es el paradigma, lo correcto y racional, es incorrecto e irracional.
Estamos en un año que se multiplica en varias bandas de oportunistas en que, cada quien y cada uno, puede formar un partido político y a la vez, armar una estructura electoral “vendiendo cupos y candidaturas” a nivel nacional. Por eso y como lo señalamos hace más de un año, al momento ya son cerca de 40 los partidos político “oportunistas” que conforman el cuadro dantesco o la mayor catástrofe, cuya magnitud inimaginable, el horror que conmociona y augura un escenario infernal o de pesadilla, está únicamente en la predicción afirmativa de pocos y auténticos “analistas políticos” que leen y ven bien la realidad nacional, a diferencia de aquellos que se presentan en conferencias, medios y pantallas virtuales a decir estupideces como si se tratase de un auténtico análisis y proyección de lo que es cierto que ocurre, porque sucede, siendo que no lo es, porque no ocurre.
Los que se niegan a ver lo evidente, son exactamente los mismos que auspiciaron y avalaron las absurdas, torpes e insensatas reformas políticas y reformas electorales, conspirando contra los valores y principios del sistema que debe ser piedra de sostenimiento de la democracia. Los culpables de siempre, como siempre, son los sectores de toda izquierda caviar (progres, tránsfugas burócratas. morados de alquiler, amarillos fenecidos y purulentos de falsos conocimientos, académicos sin sustento y sin respaldo de carrera y productividad probada) que junto a los operadores mediáticos y los encuestólogos, han ido fulminando la imagen de la racionalidad, para construir desde la irracionalidad, “lo que quiere y necesita el país”. Vaya desmadre… y se les publicita y propagandiza.
El gran problema es que la diversidad de cárteles, seriamente advertida hace tiempo, hace de la multiplicación de opciones inservibles, el elemento de supervivencia de todos los males y seguimos en el hoyo, en el remolino que no tiene donde posarse más al fondo porque sigue y sigue y sigue hacia abajo, alimentado por una especie de permanente motor de tolerancia. Somos, me lo decía ayer un periodista muy joven, somos los peruanos, algo así como los venezolanos y no nos vemos en el espejo de la realidad. Ellos, me refiero a nuestros sufridos amigos los venezolanos, esperan a un Donald Trump que envíe “miles de marines” a sacar a Maduro, como alguna vez lo hizo Estados Unidos con el dictador Manuel Noriega en Panamá. No creen, ellos, los venezolanos, que se pueda levantar “un militar con huevos y razones” para sacar a Maduro y su cofradía del cártel que gobierna. Pero esa no es la solución, porque se necesitan venezolanos, pueblo ardiente y consciente para la lucha por la Libertad y la reconstrucción de la Democracia. La Libertad no se encarga, se conquista. La Libertad no aparece de milagro al final de una marcha en calles y plazas. La Libertad, para tenerla y mantenerla, requiere una acción constante y perseverante.
Muchísimos ciudadanos esperan para el Perú un Bukele peruano, un Milei peruano o cualquier nombre que se les ocurra importar de un líder extranjero donde terminan poniéndole “peruano”. Eso, es lo paradójico, porque ya tuvimos a otros haciendo nuestro trabajo, como lo fueron Don José de San Martín y Simón Bolívar (usemos los nombres referencialmente esta vez, no veamos otros aspectos por ahora).
Viene entonces la pregunta: ¿Estamos locos en Latinoamérica? No, lo que sucede es que nos gana la apatía, nos inunda la desazón, nos abandonamos al “por ahora, no hagamos nada porque sería peor” y pasamos al “sigamos así, no importa, ya vienen las elecciones, que siga Dina”.
La democracia como pueden comprobarlo, está conceptualmente debilitada, desprestigiada, suplantada. Nos encontramos en un estado de cosas en las que el panorama político peruano se pelea con un panorama electoral delincuencial, donde luego de encontrar las posibles soluciones de consenso, llegamos a la misma tonta frase de toda la vida diciendo “sí, pero”.
Ese es nuestro lema del mal: “tienes razón; sí, pero mejor no hay que hacer nada más por ahora, sigamos así”. ¿Se dan cuenta quiénes se aprovechan de este silencio y cobardía? ¿Se dan cuenta -por ejemplo- que las marchas en Venezuela, de la forma en que se hacen y terminan, no sirven de nada? ¿Se dan cuenta que en el Perú existe un cuadro de perversidad legal que permite la multiplicación del absurdo y podríamos llegar a tener cuarenta o cincuenta candidatos a Presidente de la República? ¿Se dan cuenta? Sí, pero…