Las naciones están dejando de existir, los países se han convertido en espacios dominados por grupos de presión y el poder, es lo más desnaturalizado que se pueda uno imaginar, ya que a él acceden los ignorantes, los delincuentes y sinvergüenzas, la criminalidad que ha tomado a la política como una avanzada del delito que goza de impunidad absoluta y eso, lo aceptamos porque lo vemos pasar, dominar y atormentar, pero para no meternos en problemas, hacemos de la indiferencia y la dejadez, la nueva alma podrida de la democracia, frágil y débil que aún subsiste, a pesar de todos los embates y calificativos que le ponen hoy en día.
Tenemos las armas, pero le quitamos las balas. Estamos comprometidos con el “no hacer nada” porque si no, nos envolvemos de la miseria y la suciedad de los gobiernos que hacen de la corrupción su esencia, fuente y destino. ¿Existen otras opciones, alternativas, caminos de reconversión y recuperación de los valores de la democracia y la libertad?
El mundo es incalificable. Por un lado, la subversión de las izquierdas del odio arrecia y ya no solo son coches bomba o atentados selectivos lo que les hace conocidos y temibles, sino que ahora hay estados comprometidos en la industrialización del terror como elemento de captura de más poder y larga dominación. Vemos por ello que el terrorismo militante, que ya no se presenta como “lucha popular del campo a la ciudad” o “revolución en marcha” se ha alejado de su inspiración marxista leninista (asesina) y de su evolución maoísta (más asesina aún), para hacerse autóctona y salvaje, ecologista de nueva era, seudo ambientalista y contraria al progreso y al desarrollo.
Las nuevas izquierdas en sus nuevos lenguajes cargados de populismo y demagogia son anti-minería, anti-pesquería, anti-agroindustrias, anti-familia, contrarias a la vida. Se estimulan e impulsan por odio, revancha y resentimiento constante. Encuentran, qué duda cabe, aliados de moda en su trayecto, que ilusos y acomplejados cantan el mismo son del terror y la desgracia, trastocando valores, caricaturizando principios.
En este elocuente drama social, político y moral, cargado de ideologización y evidente objetivo hacia la desinstitucionalización progresiva, los piratas de la Libertad andan desesperados negociando la inscripción de colectivos que pretenden ser partidos políticos con fines electorales, nada más y nada menos que un negocio de venta de espacios de candidaturas y una suerte de lotería sobre lo que pueda pasar a futuro cercano.
Pero frente a todo eso, ¿Se les puede negar como opción de gobierno? Por supuesto, se les debe negar y rechazar, construyendo una alternativa popular de dominio nacional que enrumbe los destinos del país hacia lo que manda la Constitución Política del Perú y para ello, el arma más poderosa de garantía es el ejercicio de la represión.
Es importante fortalecer el concepto de represión en defensa de la Libertad y la Democracia, porque es allí, de donde se sustentan los principios de estabilidad, sostenibilidad y perdurabilidad de la sociedad. Sin represión, seguirá el delito impune. Sin represión, continuará la corrupción gobernando más tiempo. Con represión, la sociedad se defiende y un gobierno legítimo, fuerte y patriota, perdurará y dejará secuencia de continuidad en el progreso y en el desarrollo de toda la sociedad.
Hay que construir programas de gobierno local, regional y nacional, sostenidos en la represión, para educar en Libertad, para trabajar en Libertad, para vivir en Libertad.