Este es uno de los trabajos más extraños del país, porque nadie sabe de los requisitos efectivos ni de las garantías de tan pomposo empleo donde en realidad, el menos esperado, el peor preparado y el más polémico, pueden ser escogidos en una amplia baraja de por lo menos veinte y tal vez, treinta aspirantes que provienen de más de un centenar de propuestos por ellos mismos y de otro centenar de “usted sería el mejor”. Es el Perú, quizás uno de los pocos lugares donde esa chambita es predestinada ahora, para quienes aspiran a la ampliación de su prontuario o condena futura.
No se trata de un empleo digno ni de un trabajo honorable, en estos tiempos. Es que ser “presidente” se convierte en una pesadilla al que postula con honestidad, o en un resultado esperado, al que postula con ambición delictiva. No existen términos medios, porque eres un delincuente o eres un imbécil. A eso se ha condenado a “los mundos diferentes”, inalcanzables, de la honradez, sensatez y tenacidad por el servicio al país.
Los procesos electorales están reconvertidos en un asco, en algo denigrante y a la vez, apetecible por la horda delictiva que se turna en el poder de un distrito, una provincia, una región, el congreso o el poder ejecutivo. Por eso no está mal decir que por todos lados, la pus se esparce y algunos lo hacen con alegría en sus bolsillos apetecientes de corrupción e impunidad. Es el Perú que hemos permitido “crearse y creerse” por encima de la moral, las virtudes, los principios y los valores que algunas veces tuvimos y ahora, los añoramos.
¿Y no podemos hacer nada, seguiremos en lo mismo, hacia lo peor? Es posible, ¿Qué haces tú que te molestas en la oscuridad y no das luz a la rebelión por la verdad y la Libertad que te exige tu propia vida, tus hijos, tu familia y tu destino? No haces nada, eres un mediocre de esos que los viernes hablan mucho y beben de más en la parrillita de los amigos, compartiendo las del estribo y terminas como comenzaste, en nada. Por eso, hay que remover el coágulo de la inconsciencia.
Hoy, en el Perú de nuestros extraordinarios sueños, cualquier ladrón es un honrado temporal predestinado a la presidencia, al congreso, a un ministerio, a una alcaldía o a ser gobernador regional o tal vez, hasta embajador. Son nuestros plenipotenciarios del hampa vestidos con traje de luces oscuras para insertar banderillas de maldad. Y lo permitimos y a veces, muchas veces, los aplaudimos.
¿Pero qué hacemos Ricardo? Primero, no preguntes, haz algo pues, piensa por ti mismo y mira hacia adentro en tu casa: tus hijos, tu esposa, tus amigos y familia cercana, los vecinos, tus compañeros de trabajo o de estudios… ¿reflexionan o sólo comentan?
Si reflexionan, hay una esperanza cuando les impulsas a pasar de la ideas a las acciones de comunicar, dialogar, informar, explicar, convencer, unir y responder.
Si solamente “comentan”, no pierdas tiempo con esos postulantes a la cobardía. Hay mucho espacio para activar ideas y propuestas, acción y pensamiento democrático.
Las horas de la Libertad agonizan, no están resplandeciendo y es tu culpa, nuestra culpa. Hagamos algo en vez de decir “quién lo va a hacer, para apoyarlo”, porque no lo vas a apoyar.
Al Perú se le acaba el tiempo y el siguiente paso, es muy peligroso si quieres subsistir, o si deseas vivir con dignidad. Yo voy por la dignidad, con todo. ¿Y tú?
Ilustración sólo como referencia de sucesiones presidenciales en los últimos años.