Digamos que el ‘católico activista’ sería algo como una versión actualizada del ‘católico militante’, esa expresión injustamente hoy despreciada en algunos ambientes. Es un católico que sabe lo que ya sabía el santo Job hace más de 4,000 años, de que la vida del hombre es una lucha mientras esté sobre la tierra, que esta lucha incluye el apostolado con los demás y quiere desarrollar ese apostolado en nuestros días.
En estos tiempos, en que se le disputan y niegan a los católicos los espacios públicos, no podemos olvidar que se ha abierto uno hasta hace poco impensado, esa gigantesca autopista que con frecuencia se usa para la basura, pero que también puede ser utilizada para transportar joyas, llevar claveles y conducir luceros, como son las redes sociales.
El mito del estilo “qué dirán los demás…”
Lo primero es vencer lo que el prof. Plinio Corrêa de Oliveira tildaba de “mito diabólico”, un cierto temor embustero soplado por el padre de la mentira quien susurra al oído cosas del estilo “qué dirán los demás…”, “eso no sirve para nada…”, “te van a tomar como beato, serás considerado mojigato…”, “de eso ya hay mucho circulando”, etc. Son engaños del maligno que buscan nuestro desánimo e inacción. ¡Exorcismo con ellos!
Lo cierto es que en estos tiempos de angustias y desesperanzas se ha creado también una nueva necesidad de mensajes de ánimo, y mejor si estos están basados en la Escritura, la Tradición de la Iglesia o en los inmortales dichos los dichos de los Santos. Es probable que Dios esté solo esperando que te conviertas en un católico ‘activista’ para poder por tu intermedio llevar ese mensaje de esperanza o de salvación a más de un necesitado.
El católico ‘activista’ es así y comúnmente un mensajero de las gracias de Dios, y siendo instrumento de su gracia es también beneficiado por la misma: El mayor beneficiado de ese activismo es comúnmente uno mismo.
Decíamos que los canales por los cuáles trabaja el católico ‘activista’ ya están inventados, y son las redes sociales que normalmente ya poseemos, Twitter, Instagram, Whatsapp, etc. Cada una de ellas es como si tuviéramos un teléfono de hilo conectado a muchísimas personas a la vez, que podemos usar a nuestra disposición, algo que nunca existió.
Ya hay mucho del camino transitado
Claro, eso tiene su contraparte, y es el gigantesco y verdaderamente atosigante tráfico que circula por la autopista cibernética. Por esto el mensaje tiene que destacarse, debe tener ciertas características que llamen la atención, para que alcance el buen destino.
Algunas de esas condiciones – sobre eso no hay vademecums, no todo está escrito – pueden ser:
– El mensaje comúnmente debe tener una nota de esperanza, de ánimo, en estos tiempos de angustias. Eso no significa que no haya que replicar las a veces duras y serias advertencias del Señor, que no son pocas, o que debamos solo mostrar el lado dulce del Salvador deformando así su verdadero rostro. Pero al final de cuentas, Cristo y su Madre vinieron fue a salvarnos, y ese ese el fundamento de nuestra esperanza y la causa de nuestra alegría.
– En estos tiempos de afanes y de corre corre, la concisión, la sana cortedad es muy apreciada. Lo largo bueno, si se puede compactar, doblemente bueno. Hay cosas que no, pero incluso con estas, siempre habrá la posibilidad de hacer buenos resúmenes. Y también es importante encontrar una perioricidad de los mensajes adecuada. Ni mucho que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre.
– En estas épocas de sensibilidades desgastadas por el exceso de imágenes e impresiones sensibles, lamentablemente una voz susurrante o simple difícilmente llega a despertar la atención del televideoyente. Es preciso buscar algo que impacte, algo novedoso, mostrar por ejemplo un aspecto del mensaje perenne que no haya sido focalizado y que sorprenda, etc.
De hecho, lo mejor es encontrar una buena fuente que emita mensajes de este estilo, que nos gusten y que sean fáciles de replicar. Así, la labor del católico activista se facilita hasta la nimiedad: Es un simple “compartir” o un simple “copy and paste” y envía, de forma inteligente es claro, de todo lo interesante que ya existe, con buenos formatos y buena realización.
De esas fuentes hay muchas. Recomendamos por ejemplo los diversos canales de los Heraldos del Evangelio, muy presentes en YouTube. Si surge la necesidad de consultar un tema específico, Catholic.net tiene tal vez la mejor biblioteca de artículos católicos sobre los más variados temas y con los más seguros autores. Infocatolica, Aciprensa, ofrecen una información del día a día muy actualizada y objetiva. Hay óptimas iniciativas radiales o podcasts como Reina del Cielo Radio. Y por supuesto, no podemos dejar de recomendar las notas de Gaudium Press.
Pero como siempre, si queremos ser efectivos católicos activistas, debemos implorar el auxilio de Dios.
Al final, Dios es celoso con sus obras y quiere tener siempre el primer lugar, el cual le concedemos con la oración. El católico activista debe ser, como todo católico, antes que nada un hombre o mujer de oración. Para poner a los ángeles de su lado. Y también para no terminar prisioneros de las redes no tan sanctas de este omnipresente mundo online, sabiendo igualmente que al lado de la realidad online está la importante realidad offline que hay que privilegiar.
Si solo una parte de los católicos se volviese católico activista, rápidamente se transformaría el mundo entero…
Con la redacción de Saúl Castiblanco, vía Gaudium Press
Foto: Josh Applegate en Unplash