Ahora que el Presidente Gabriel Boric se alista para dar su última cuenta anual ante el Congreso el 1 de junio, es inevitable evaluar su desempeño en estos tres años y tres meses de su gobierno. Como la columna de fracasos y errores está mucho más poblada que la columna de éxitos y aciertos en la hoja excel de este gobierno, la única conclusión posible es que su gobierno constituyó un rotundo fracaso. Aunque son buenas noticias para el país que Boric no haya podido implementar el insensato programa de gobierno que originalmente quiso imponer y que el país haya rechazado categóricamente el proyecto fundacional propuesto por el proceso constituyente, sería un error olvidar que Boric porfiadamente intentó sepultar el modelo económico vigente en el país desde el retorno de la democracia. Tomará tiempo, sudor y lágrimas recuperar el sendero correcto y volver a tener un país que goce de crecimiento económico, genere oportunidades de empleo y otorgue seguridad y protección contra el crimen a sus ciudadanos.
“El hecho de que la bomba que intentaron hacer explotar no funcionara, no los exime de su responsabilidad en el intento de hundir al país”
Si bien algunos de los exconcertacionistas y muchos izquierdistas moderados que le brindaron apoyo para ganar la segunda vuelta de la elección presidencial insistan en que Boric ha madurado y ha aprendido en el cargo (como si este fuera un tipo de cargo en el país se puede dar el lujo de tener a una persona que viene a aprender a hacer la pega), el contenido del discurso del 1 de junio demostrará, una vez más, que Boric sigue siendo el indisciplinado y equivocado líder estudiantil que quiere imponer un modelo económico fracasado y quiere destruir los pilares del sistema político y económico que permitió que Chile viviera los mejores años de su historia entre 1990 y 2019. Todos los observadores están esperando el anuncio radical, insensato e inconveniente que seguramente, igual que todos los años, hará Boric para demostrarnos que, aunque tenga las manos atadas por la realidad y esté con bozal por conveniencia, sigue siendo el mismo radical convencido de que debe buscar superar el capitalismo.
El hecho de que el mundo concertacionista -ahora agrupado bajo el techo del socialismo democrático- promueva la candidatura de Carolina Tohá, una representante de la república concertacionista, deja en claro que ese sector también piensa que el intento por imponer un nuevo modelo de país también fue un fracaso. Resulta decidor que ninguno de los candidatos en las primarias oficialistas quiera recordarnos su apoyo al mamarracho constitucional en el plebiscito de 2022. Al haberse sumado al irresponsable y autodestructivo proyecto fundacional que Boric apoyó con entusiasmo, los presidenciables del oficialismo cargan con una pesada mochila de insensatez. Por eso, prometer ahora volver al camino de moderación que privilegió la Concertación después de haber apoyado, sin bemoles, el intento por sepultar ese mismo legado de la Concertación resulta, cuando menos, profundamente contradictorio. La única forma de abordar esa contradicción para quien resulte ganador de las primarias es reconocer que el modelo de Boric fracasó y que ahora hay que retomar el sendero de las reformas pro crecimiento moderadas y razonables que profundicen y fortalezcan el modelo en vez de remplazarlo.
El proyecto político del Presidente Boric, como lo dijo el propio Boric, buscaba sepultar el modelo económico y terminar con la lógica de la democracia de los acuerdos. Afortunadamente para el país, ese modelo fracasó. Pero no se puede exculpar a Boric de su irresponsable plan de destrucción nacional solo porque él y sus aliados políticos fracasaron en su intento por destruir Chile. El hecho de que la bomba que intentaron hacer explotar no funcionara, no los exime de su responsabilidad en el intento de hundir al país.
El fracaso del gobierno de Boric se hace evidente incluso en los pocos logros que se pudieran atribuir al gobierno, como la reforma de pensiones o la jornada semanal de 40 horas. En ambos casos, la intención inicial del gobierno era adoptar reformas estatizantes que iban a hacer un profundo daño al país. Si hubiera sido por Boric y su gobierno, hoy tendríamos un estado más grande, más ineficiente, más corrupto y menos conducente al crecimiento y desarrollo integral. El irresponsable manejo de las cuentas fiscales y el aumento preocupante de la delincuencia confirman que el gobierno fracasó en hacer las tareas básicas que se esperan de cualquier administración.
Desde los indultos a delincuentes con amplio prontuario que atacaron a Carabineros, hasta el concierto de escándalos de corrupción asociados a las entidades que utilizó el Frente Amplio para apropiarse de recursos estatales que debían ir a los más necesitados, pasando por una fallida respuesta a la creciente ola de delincuencia y a la inmigración descontrolada, el legado del Presidente Boric tiene muchísimas más sombras que luces.
Ahora que Boric se prepara para dar su última cuenta anual ante el Congreso, el principal consuelo que nos queda a los chilenos es que la pesadilla fundacional está terminando. Si bien la irresponsable aventura que fue este cuatrienio finalmente está llegando a su fin, ahora nos toca comenzar a reconstruir el país y emprender la difícil tarea de volver a tomar el camino correcto del desarrollo, y de las reformas sensatas y graduales.
Nota de Redacción: Reproducimos el presente artículo -por su importancia- que se publicó originalmente en El Líbero