Entre las grandes conquistas de nuestra civilización está el derecho a un juicio justo, lo que incluye el derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad: http://www.outono.net/elentir/
La justicia de los países civilizados y la de los regímenes totalitarios
En los sistemas judiciales de los países civilizados, quien acusa es quien tiene que probar la acusación y las denuncias no pueden ser anónimas. Esto es así para impedir que se utilice el sistema judicial como un método para ejecutar venganzas, cometer extorsiones o -simplemente- destruir la reputación de una persona por medio de la mentira y el odio. Que el poder judicial sea independiente contribuye, además, a que las sentencias judiciales no estén dictadas por los intereses del poder político. La cosa es muy distinta en los regímenes totalitarios. En ellos, el derecho a la presunción de inocencia no existe y una acusación sin pruebas puede destruir a una persona.
AP dice tener 45 testimonios contra el tenor: 44 de ellos son anónimos
Hago estas reflexiones tras leer la larguísima noticia publicada ayer por Associated Press sobre Plácido Domingo, de la que se han hecho eco numerosos medios en todo el mundo. La noticia asegura que varias mujeres acusan al tenor español de acoso sexual. AP hace referencia a nueve acusadoras, a otras seis mujeres que dijeron sentirse “incómodas” ante proposiones sexuales del tenor, y a una treintena de personas más que dijeron haber presenciado comportamientos inapropiados de Plácido Domingo. Así pues, AP dice haber consultado a 45 personas, pero de ellas sólo da un nombre: Patricia Wulf. Todas las demás acusaciones son anónimas.
La agencia reconoce que las acusadoras no han aportado ni una sola prueba
Además, la agencia estadounidense reconoce lo siguiente sobre las nueve acusadoras: “Ninguna de ellas pudo ofrecer documentación como mensajes telefónicos, pero la AP habló con muchos colegas y amigos en los que habían confiado. Además, la AP verificó de forma independiente que las mujeres trabajaron donde dijeron y que Domingo coincidió con ellas en esos lugares”. La parte que aparece después de la negrita sólo sirve para intentar compensar, torpemente, la total ausencia de pruebas de nueve acusaciones, ocho de ellas anónimas. Hablar con alguien que conoce a una persona que acusa sin pruebas no sirve para probar nada. Afirmar que una persona trabajó con Domingo o coincidió con él en un determinado sitio no significa que sea culpable de ningún delito. Me parece el colmo de la irresponsabilidad que dicha agencia se lance a destruir la reputación de una persona en estas condiciones. Me pregunto qué dirían los directivos de AP si les sometiesen a ellos a un juicio temerario como ése, algo propio de un tribunal totalitario.
La única acusadora identificada denuncia que Domingo intentó ligar con ella
La única acusación que no es anónima, la de Virginia Wulf, consiste en hechos ocurridos hace 21 años. La pregunta lógica ante su testimonio es: ¿por qué ha tardado todo este tiempo en decir esto? Pero tal vez lo más importante sería preguntarse: ¿y de qué acusa Wulf -sin pruebas- a Domingo?La entonces mezzosoprano afirma que cuando salía del escenario, el tenor español le preguntaba si tenía que irse a casa, en un intento de ligar con ella. Ella le decía que tenía que irse y se iba. También dice que en una ocasión en que ella acudió con su esposo a una fiesta, Domingo se le acercó, “me tomó la mano, me besó ambas mejillas y me susurró al oído, ‘me gustaría conocer a mi rival’”.La agencia añade lo siguiente: “Wulf dijo que Domingo no la tocó físicamente pero que no tenía dudas de sus intenciones”. Y a continuación recoge estas palabras de Wulf: “Absoluta y ciertamente, eso era acoso sexual”. Suponiendo que las afirmaciones de Wulf sean ciertas, ¿su acusación consiste en exponernos que piensa que Plácido Domingo intentaba ligar con ella? Porque al final se trata de eso y de nada más. Que se lance contra una persona una acusación de acoso sexual y que el único testimonio válido -por no ser anónimo- sea éste es, en fin, un completo absurdo.
Reconocen que quieren usar a Domingo como un cabeza de turco
De hecho, la información de AP tiene un fin ideológico que confiesa la propia agencia, cuando afirma que las acusadoras “se sintieron animadas por el movimiento #MeToo y decidieron que la manera más efectiva de atacar la conducta sexual inapropiada arraigada en su industria era denunciando el comportamiento de la figura más prominente de la ópera“. Es decir, que para denunciar un problema existente en un entorno profesional, se elige a un cabeza de turco y se le difama para que los demás tomen nota. Y lo más alucinante es que la propia agencia lo reconoce a las claras, apelando a un movimiento que se ha convertido en una reedición feminista de las viejas cazas de brujas. De hecho, ese movimiento ha llegado tan lejos con sus acusaciones anónimas y sin pruebas que las feministas sólo han empezado a preocuparse de la perversión de su método cuando se ha vuelto contra ellas: ahí están los casos de feministas como Asia Argento y Avital Ronell, dos prominentes feministas y simpatizantes del movimiento #MeToo que han acabado siendo sufriendo acusaciones por conductas inapropiadas de índole sexual.
La cacería de AP provoca una ola de apoyos al tenor en la red
Los casos de Argento y Ronell se conocieron hace un año. Parecía entonces que el movimiento #MeToo empezaba a desvanecerse, víctima de sus propios métodos totalitarios. La retirada de los cargos contra Kevin Spacey, uno de los famosos más linchados por las feministas de #MeToo, dejó a ese movimiento seriamente tocado. Y en esto llega AP intentando resucitarlo con una noticia que no hay por donde cogerla. De momento, lo que ha conseguido AP con esta nueva cacería es que se publiquen un montón de mensajes de apoyo al tenor en las redes sociales y en los comentarios de muchos medios. Os animo a ver los comentarios más valorados en el diario El Mundo y en El País: en ambos casos los lectores están reaccionando en apoyo al tenor y contra esta nueva caza de brujas. Es lo que tiene el totalitarismo: que acaba por hartar a cualquiera, incluso a la gente progresista y de izquierdas.