Hemos entrado a un espacio donde el teatro del absurdo sigue en funciones pero de forma ininterrumpida, porque los “periodistas, animadores, locutores, entrevistadores, comunicadores, narradores de noticias” y por supuesto, los “artistas” de capa caída e historias de escándalo, han renacido en las redes sociales muy bien aceitados y subvencionados pidiendo, gritando y exigiendo -sin tener ni una sola condición moral para hacerlo, porque podrían con todo derecho plantear opciones y soluciones-, que la señora Boluarte deje de ser presidente, que los congresistas “se larguen”, que se destituyan a los mandos policiales y de las fuerzas armadas y que todas las instituciones, finalmente, se vayan al precipicio para reeditar las oscuras, terribles y violentas escenas pasadas que no se deben repetir, porque nos devolverán al mismo escenario donde los caviares, extremistas de izquierda, mercantilistas, cárteles del narcotráfico y la extracción ilegal de minerales, ponen a sus militantes y activistas del crimen organizado, a los rostros de la corrupción y la impunidad, a los herederos de Odebrecht, Sendero luminoso, el MRTA y cuanta podredumbre se puedan imaginar.
Los fanáticos, agresivos y mal llamados “periodistas, animadores, locutores, entrevistadores, comunicadores, narradores de noticias” y por supuesto, los “artistas” de capa caída e historias de escándalo, se han vuelto por auto designación analistas, opinólogos, expertos comentaristas, especialistas en cualquier tema donde siempre responden el mismo guion de odio y resentimiento que los caracteriza. La porquería se considera a sí misma, un valor crítico, por encima de su deshonestidad intelectual.
Toleramos esto o mejor dicho, no le damos importancia porque a los que nos encontramos en la lucha diaria entre Libertad y esclavitud, entre democracia y totalitarismo, no nos alcanza el eructo marxista del daño y la perversidad de los muy bien señalados como mermeleros.
Es risible que una lectora de teleprompter, sin ni una sola escala educativa, sin ninguna base formativa, se atreva en forma malcriada, a juzgar las opiniones de un ciudadano, sea quien sea. Y peor aún, que se ponga de lectora o narradora de noticias, a entrevistadora que usa el grito, el ataque en doble sentido y el trato peyorativo, como “su estilo”.
Es escandaloso que un patético consumidor de estupefacientes y alcoholizado entrevistador, cuyas escenas de escándalo han sido ampliamente difundidas en redes sociales, haya sido mantenido, enfermo y atrevido a la vez, como la figura de un medio televisivo, adoptando palabras, frases y muecas con una carga deplorable.
Es inaudito que los canales de televisión, gran parte de los periódicos y algunas radioemisoras, promuevan el descrédito periodístico, denigren la profesión del periodista, degraden el rol del periodista.