Los peruanos dejamos siempre para el último segundo, lo que debimos hacer desde el primer momento, pero como tenemos una semilla de envidia y un chip de soberbia inmaculada escondida en nuestros genes, no aceptamos vernos en el espejo de la realidad, ni auto criticarnos… eso sería perder la esencia de nuestra identidad (risas).
En pocos días acudiremos unos, no todos como es costumbre, a emitir un voto del que dependerá el futuro del país. Esa decisión electoral no ha sido explicada en toda su dimensión por los que dicen defender la democracia. Sin embargo, ha sido constantemente señalada su trascendencia por los que se empeñan en cambiar todo, para edificar su nueva normalidad. Primera gran diferencia y primera gran ausencia.
Nos hablan unos del modelo económico como el gran daño, y sacan cifras e imágenes que a todas luces lo condenan: pobreza, miseria, angustias, desequilibrios, falta de oportunidades, marginación, exclusión. Pero ¿Es acaso el modelo, o los modeladores? ¿Son los actores o la carencia de gestores? Muy fácil resulta destruir el camino, si los guías de los caminantes lo bloquearon y dinamitaron constantemente, pero es así el escenario. No puedes decir y demostrar que hay menos pobreza, te aplastan los gritos y agresiones.
Entonces vienen al enfrentamiento electoral las muestras de populismo y discursos de engrandecimientos a partir de los escombros, donde todos tienen las soluciones y nunca las ejecutaron, es más, tampoco las llevaron como propuestas años de años, tal vez siglos de siglos.
En estas elecciones todos condenan al adversario y nadie hace una convergencia de ideas y propuestas porque somos enemigos de quien se encuentra en la otra orilla de la vereda, cuando deberíamos ser todos parte de una misma senda. Es imposible, en este complejo cuadro de irracionalidades, construir un objetivo nacional.
Sin embargo, viene a la luz de las tinieblas lo que sucederá: O recibe un amplio respaldo popular una opción que asuma verdaderamente la Democracia y la Libertad como sus ejes permanentes de gobierno nacional, o se impone una confluencia de radicalismos que llevará a un desorden absoluto al país mientras hace de su activismo la plataforma para cambiar el ordenamiento legal existencial y se asegura sostenibilidad en el tiempo (dictadura).
No existen términos medios, no se avizora un encuentro racional, ni nacional.
La Libertad es lo que está en juego y no sabemos si existen garantías en su respeto, en su fortalecimiento. Frente a ello, la actitud permanente de vigilancia ciudadana es lo único que nos queda ante cualquier escenario, actitud de vigilancia que es también mirada y acción, movilización y lucha, para detener la más mínima variación de lo que nos hace ser libres.
En el Bicentenario, ¿Asistiremos al último día de la Libertad?