Si la injusticia tiene nombre, si el menosprecio se ha hecho costumbre, si quitarle a un joven el derecho al estudio y al progreso es una práctica recurrente, entonces es evidente también que -en nuestra opinión-, la Universidad Católica ha demostrado una forma de desprecio y humillación que no se puede tolerar en un país como el Perú, bajo ninguna justificación.