Los sucesos a partir del escándalo comprobado de la empresa Odebrecht y sus aliados en el Perú, además de otras corporaciones con esquemas muy similares de sobornos y pagos por favores en las decisiones de selección para obras públicas, nos hacen sentir que nada ha cambiado y que lo peor recién ha comenzado.
Para tapar responsabilidades, el objetivo ha sido crear una campaña de absoluto desprestigio sobre algunas instituciones, a fin de distraer la atención y fomentar un supuesto liderazgo moral en el presidente del país.
Así, la iglesia católica y las evangélicas fueron analizadas para el ataque, pero como la Fe es muy grande y fuerte entre los peruanos, se buscaron otras opciones, pero manteniendo el fusil sobre los líderes de las iglesias.
Entonces optaron por el Consejo Nacional de la Magistratura, el Poder Judicial, la Fiscalía de la Nación y el Tribunal Constitucional. En los dos primeros no hubo mayor trabajo para el servicio nacional de inteligencia, porque se consiguieron rápidas evidencias y fáciles delatores. Hoy, nadie se acuerda de ellos, y éstos, andan sueltos y felices por su cooperación.
En el Tribunal Constitucional la negociación fue un poco complicada, pero al final, ni para un lado ni para el otro. Nos imaginamos un buen acuerdo para que finalicen sus funciones todos y de paso, algunas interpretaciones fueron mágicas soluciones en favor del gobierno. Casualidades.
La pelea estuvo, está y seguirá en la Fiscalía de la Nación. Allí se encuentra el núcleo de los dilemas, temores y finalmente, el desenlace.
Por ello, el asilo concedido por el Gobierno del Uruguay al ex Presidente Alan García cobra especial sentido en este momento.
Es evidente, desde nuestra perspectiva y opinión, que estamos ante un gobierno que sistemáticamente está violando los derechos humanos de opositores, investigados, procesados y hasta sentenciados, cambiando las reglas del debido proceso por ejemplo y contando en afán publicitario y propagandístico, con medios de comunicación que deberían haber quebrado por sus resultados financieros, pero ante el compromiso de solventarles ayudas para sus economías, lograron mejorar sus perfiles y utilidades, al costo de la venta de sus valores y principios. Vergüenza.
La historia está ahora en su primer capítulo, prepárense. Así son las dictaduras modernas.