La democracia está terminando por ser -algo así- como un gran circo donde los leones están en las tribunas del hambre y “la devoración” y los ciudadanos en el centro del espectáculo y “la sumisión” al látigo de un animador (los medios de comunicación) que en realidad son el jurado sobre el destino de las víctimas convertidas en artistas de una trama feroz. Los ciudadanos están para aceptar, los medios para decidir y los leones para devorar. ¿Y quiénes son los leones ahora? Hoy es una suerte de manada confusa de caviares, izquierdistas bipolares, socialistas de antiguas planillas en el Estado, activistas de la subversión, consultores de las oenegés piratas, asesores dispuestos a entregarse en todos los gobiernos, caudillos de regiones y provincias donde el Estado no llega, dicen, pero cobran puntualmente de la planilla del Estado que condenan, habiéndolo construído ellos y ellas, de esa manera. Es la vieja historia de las contradicciones, pero puesta en páginas a favor de los que la escribieron con sangre ajena.
La democracia languidece en todos lados y muy pocos, por no decir nadie, se compra el pleito de educar, informar, explicar, defender y sostener los valores y principios de la Demoracia y por eso los estúpidos son los que gobiernan y los ciudadanos son los que lo permiten, porque aceptamos lo que nos va a suceder, sólo que pensamos que las otras opciones que eran peores, no iban a ser tan malas como la actual. Paradojas de nuestras pésimas decisiones, ¿Lo ven o no se dan cuenta?
Sin embargo, repito, sin embargo, se cuentan y se comentan más de 100 ilusionados predestinados por sus propias almas en pena y autobombo, que creen que pueden sacarse la lotería como candidatos a Presidente y realizar sus sueños, los de ellos y su clan de apuesta electoral, en detrimento del destino que pudiera tener el Perú. Y para lograrlo, algún caviar perteneciente a una de las cientos de oenegés que viven de nuestros impuestos, metidas en ministerios, gobiernos locales y regionales, empresas del Estado y en los organismos supervisores, ha sembrado a lo largo del tiempo la idea repetitiva “de la reforma de los partidos y la reforma electoral”, que no es otra cosa que la destrucción de los partidos y el aniquilar los procesos electorales, convirtiéndolos en los espacios de la pugna criminal, la corrupción más miserable que se pueda uno imaginar y el delito que conmociona, es decir, la interminable escalera de la impunidad y el tránsito al caos y la anarquía. En suma, un país dejando de ser nación.
Al día de hoy, se han inscrito en el Registro de Organziaciones Políticas del Jurado Nacional de Elecciones 24 “partidos” -en realidad mini cárteles electoreros-, a los que se van a sumar otros cinco más y probablemente otros cuatro adicionales (treinta y dos grupos con licencia para matar), y tendrán la potestad legal de inscribir cada uno de “esos partidos” a 130 candidatos al Congreso de la República, 195 candidatos a las alcaldías de ese nivel (adicionando en promedio unos dos mil candidatos a Regidores provinciales), nada menos que 1,874 candidatos a las Alcaldías distritales (con un aproximado de diez mil candidatos a Regidores distritales), y aquí viene la cereza escandalosa del pastel financiero, la clave del desfalco de nuestros impuestos, cuando se deben tener 24 candidatos a Gobernadores regionales (con cerca de 200 asambleistas regionales), donde cada uno maneja millonarios presupuestos de los que casi nunca rinden cuentas y con los cuales, se generan fortunas irregulares, riquezas ilegítimas y carreras políticas ilegales. Viene entonces la reflexión: ¿Cuánto se paga por ser candidato a esos cargos?
Y ahora, ¿Se dan cuenta? Esos mal denominados “partidos políticos” (que son, en este momento, ya ven, 24 mini cárteles por ahora) son dueños de la venta de puestos públicos por elección a no menos de quince mil postores o candidatos -por cada partido-, y a esa oscura oferta electoral debemos sumar también, la futura contratación en puestos públicos -por compra bajo la mesa o interés en la designación- de sus aliados, militantes, socios, financistas, activistas y cómplices, para que sean los nuevos Ministros, vice ministros, presidentes de Directorios de empresas públicas, superintendentes y sus adjuntos, directores y subdirectores generales, directores funcionales y por áreas, miles de asesores, consultores individuales y vía oenegés, asistentes, asesores de los asistentes, etc. etc y miles de etcéteras más. Y adicionalmente, cada uno de esos miles de miles, entre los que se cuentan por supuesto los requisitoriados que no dicen lo que son, los procesados que alargan sus juicios para buscar la prescripción, los encausados cuyas condenas son en libertad (es culpable pero vive como si fuera inocente), todos ellos, los buenos -que debe de haberlos, no lo sé-, los malos y los peores, reciben celular, laptop, casacas, equipamiento diverso y muchos, autos, camionetas y millones de soles en gastos de representación para cada día, para cada viaje, dentro del país y cada vez que pueden, en el extranjero, para no hacer nada bueno en beneficio del Perú. ¿Así es o más absurdo?
Financiamos la ineptitud, las mentiras, el robo, la ociosidad, la estafa, la corrupción y la impunidad; la autorizamos con nuestro voto. ¿Podemos rebelarnos ante ello o callamos? ¿Necesitamos ese tipo de “partidos” que son en realidad estructuras criminales que requieren un voto para legitimarze y legalizar sus delitos? ¿Vamos por más Castillos, más lagartos, más Villaranes, Humalas y Toledos?
Como pueden ver ahora, por fin, la pregunta cobra sentido: ¿Tenemos muchos ángeles para un mismo infierno?