Cuando una mujer dice lo que piensa en relación a temas de política, sus mayores enemigos –no digo críticos, ese es otro vocablo- no son los ignorantes o los atrevidos, tampoco los violentos y los desalmados, sino que son las mujeres que perdieron el respeto por su propia feminidad y se convierten en agresoras de su propio género (para ponerlo en contexto).
He conversado con decenas de mujeres que son amas de casa, trabajadoras de construcción civil, de mercados y transportes públicos estas dos semanas que se está difundiendo con mucho éxito y alegría la Marcha del #5N bajo el estandarte #ReaccionaPerú y me cuentan que es incomprensible que las pocas que están en contra de esa convocatoria, sólo argumentan con insultos y ofensas sus posiciones de rechazo.
Creo que todas nos merecemos crítica amplia, diversa y fuerte si es preciso, pero jamás el insulto hiriente. Yo no soy una “perra fujimorista” como me dijeron unos del partido comunista que gobierna, yo no soy una “cerda porkysta” como me escribieron en redes un par de representates “moradas” inundadas de odio en sus palabras tan hostiles, no soy una “blanca racista” como pretendió sugerir un indefinible abogado militante del resentimiento -por decir que el gobierno va mal, que la delincuencia lo ha sobrepasado habiendo sido promivida desde adentro, que la impunidad es una norma no escrita que se hace costumbre-, no soy los insultos que recibo, como no lo son quienes insultan.
El gobierno sigue atacando a las más pobres tanto como a las que no lo son. En esa acción tan repulsiva y premeditada, las mujeres que opinamos somos el objetivo del ataque oficial, muy por encima de los hombres (todos los ataques son condenables, pero el que se hace a las mujeres es doblemente condenable). De esta forma, uno que otro cobarde suelta sus groserías y se entiende de dónde provienen, pero han aparecido cuentas de mujeres irónicamente “blancas” o con muchos filtros tal vez, que se hacen de maquilladoras del gobierno para seguir cobrando como funcionarias del Estado o para que las nombren nuevamente en puestos de otro nivel salarial.
El curriculum de las feministas del gobierno, que quieren puestos públicos bien remunerados, ahora exige un nivel extra de agresividad demostrada en las redes y vaya que varias lo están haciendo con un extraño gusto y maldad.
Las mujeres de militancia gobernista, se parecen cada días más, a las mujeres del senderismo que ya enlutó decenas de miles de hogares en el país y eso, hay que denunciarlo y rechazarlo, con marcha o sin marcha.