Puede sonar incorrecto si uno vive de la política, pero como no es el caso, se debe hablar de algunos temas que es necesario señalar, como los insostenibles programas sociales diseñados por el gobierno humalista y el que lo reemplazó y vive su segundo tiempo, caracterizados por anuncios vacíos, soberbia y malos manejos, pésimos resultados en líneas generales. Las excepciones las señalaremos en otro artículo.
Los Ministros del anterior y actual régimen –entre el lujo y las casacas rojas- han estado diciendo que se han duplicado o crecido significativamente los beneficiarios de Juntos, Cuna Más, Qali Warma, Pensión 65 y la larga lista de marcas que se usan para dar cierta imagen de solidaridad, cuando lo cierto es que se trata de una extendida política sin objetivos contínuos medibles en el tiempo, porque de eso se trata, una cadena sin secuencia ni frecuencia, sin eslabonamiento de objetivos.
Si los programas sociales fueran efectivos, se reduciría el número de sus beneficiarios progresivamente.
Si fueran bien diseñados y funcionaran en conjunto como una estrategia global, bajaría el número de niñas embarazadas –por ejemplo- y la edad del embarazo no estaría llegando a los doce o trece años ahora. Si estos programas sociales tuvieran un marco de atención integral, la desnutrición, anemia, la talla promedio de los niños en los Andes y Selva, la asistencia y rendimiento escolar mejoraría, pero las evidencias apuntan en sentido contrario. Si los programas sociales que atienden a la mujer fueran integrales, los varones no seguirían inconductas o agresiones en contra de sus parejas y vemos tristemente que la violencia ha crecido.
La esencia de los llamados programas es que no funcionan como un Servicio Social ordenado, de atención de casos, de inicio, seguimiento, acompañamiento y conclusión. La asistencia social como inversión para nivelar a los sectores afectados, vulnerables o en riesgo –cada uno distinto, diferente- no fue bien gestionada por el gobierno nacionalista ni sus aliados del Frente Amplio, tampoco ahora por lo que queda del partido Peruanos Por el Cambio y sus socios de Alianza para el Progreso y nuevamente, el Frente Amplio.
Sin embargo, el gasto corriente –nuevos empleos, sueldos, gratificaciones, movilidad, alquiler de oficinas, compra de vehículos y útiles de oficina, celulares, uniformes, viajes nacionales e internacionales- ha crecido en forma incontrolable, inversamente proporcional a los resultados. Es decir, elevados e injustificados gastos, mínima producción e indicadores manipulados.
Esta herencia es muy pesada y el nuevo grupo de gobierno, es decir los reemplazos en el segundo tiempo de un mismo gobierno, no hizo en paralelo al inicio, una auditoría, mientras debían reorganizar todos los programas sociales, o los fusionaban en la medida de lo posible para hacerlos congruentes con el presupuesto y las metas secuenciales. Al contrario, burocratizaron más, improvisaron más y se hicieron los ofendidos mientras el norte sigue igual de abandonado.
Además, no olvidemos que debe comprenderse en este tema crítico a la ONP, el programa social más caro e insostenible si sigue afiliando trabajadores, mientras acumula un déficit superior a los 100 mil millones de soles. Es injustificable que la promesa de las pensiones no se haga realidad en el futuro para millones de afiliados al sistema nacional de pensiones y que el ministerio de economía sea un promotor de ideas insostenibles en materia previsional.
Los programas sociales deben ser puestos en manos de una Comisión Técnica y Social que no tenga reparo en ser fuerte, decisoria, enérgica para reordenarlos e impulsarlos por el camino correcto y transparente que requiere una administración pública eficiente, así sea impopular.
El legado vizcarrista es un desastre que ocasiona más problemas, hiriendo a los más pobres. El resultado de éste gobierno es pésimo por su lentitud y carencia de liderazgo en la lucha por impulsar el progreso y desarrollo de los peruanos, de todos.