La ignorancia es atrevida y cuando se extiende se crea la mentalidad del que piensa que el hombre exitoso es el que consigue tener poder con el dinero y los bienes materiales que consigue a como de lugar.
Vivimos rodeados de personas que aspiran tener más porque piensan que así son mejores y podrán ser más felices, ellos y sus familias, con los beneficios que puedan obtener a través de “amistades” que faciliten oportunidades, sin tener que poner mayor esfuerzo.
El poder de las ambiciones humanas no es más que la codicia del egoísta, que a la larga terminará peleándose con los demás para seguir “trepando” a los mejores puestos, con las mejores gollerías. Es una suerte de competitividad para ganar a como de lugar un espacio de poder. En el fragor de esas contiendas caben todo tipo de trampas: sobornos, coimas, tarjetazos, cupos, etc.
Estas ambiciones de derrotar a otros para subir uno no son nada buenas. Así se originan las peleas, los odios, las divisiones y las guerras. Además, los que compiten en estas lides no suelen tener el nivel de capacitación y las virtudes humanas para ejercer con idoneidad tareas de responsabilidad.
Se presentan porque piensan que el sistema para sobresalir es buscar la forma de “trepar” para obtener protagonismo y gollerías. Solo les importa el beneficio personal o familiar, sin que le importe para nada la suerte de los demás. Al final entre ellos mismos se traicionan. La lealtad solo es posible cuando hay nobleza y verdad.
La noble ambición de servir: el poder del que sabe amar
Solo puede servir el que sabe amar. La persona que tiene un corazón limpio y noble, lleva consigo un afán de servir. Si el corazón está ordenado y puede amar será sumamente poderoso.
El poder del amor es superior al del dinero. El que ama no es el romántico –sentimental que muestra sus afectos con arrumacos y de una manera superficial, es el poder de la persona honrada que busca la felicidad de los demás con lo que es realmente bueno y edificante.
El que ama es el que quiere que el amado sea bueno y le ayuda a encontrar el camino y los medios para que desarrolle sus facultades para servir a los demás amando de verdad y así sea feliz.
Para tener en cuenta:
“El poder en si mismo no es malo, pero si se usa para el mal sus efectos pueden ser catastróficos. La experiencia nos demuestra que el que tiene poder abusa de él y lo utiliza en su beneficio porque el hombre es malo y, si puede, empieza a abusar desde niño”. (Enrique Gómez).
“En nuestras sociedades, la idea de poder está asociada también a la de autoridad. De hecho, llamamos “autoridades” a quienes, mediante diversas instituciones sociales y políticas, otorgamos (idealmente) el poder o la conducción de nuestras sociedades, para que en nombre de todos se tomen las decisiones más complejas. Pero el poder también puede ser arrebatado por determinados sectores sociales, o puesto al servicio de intereses egoístas” (https://concepto.de/poder/#ixzz7cv2JgFhA)
El egoísmo es la razón de todos los males. ¿Cómo gobernar contra él? Si lo logramos, tendremos una mejor ciudad, un mejor país, un mejor planeta. La política no es para los egoístas. Se vuelve politiquería, injusticia, corrupción y violencia. Se convierte en delito por una razón incuestionable: reparte prebendas, negocia cargos públicos, extorsiona, complace egoísmos. Por eso, antes de ser elegido, un político debería, entre otras cosas, demostrar su altruismo, su faceta comunitaria, sus obras sociales, su amor al prójimo. Los fines y medios en política deben velar por la justa y clara utilización del poder sin favorecer los intereses personales de quien lo administra. (El Heraldo).
“Antagonista viene del griego antagonismós que se compone del sufijo anti- que se refiere a algo contrario y agón o agonistis que significa combate, lucha, luchador o jugador. La palabra antagonista está relacionada con antagónico que significa algo contrario”. (Diccionario)
“La caridad es tan fuerte como la muerte y más dura que el hierro. Este es nuestro lazo, estas son nuestras cadenas, las cuales, cuanto más nos unan y estrechen, mayor ventaja y libertad nos darán. Su fuerza no es sino suavidad, su violencia no es sino dulzura; nada hay tan blando como esto, y nada como esto tan firme”, (SAN FRANCISCO DE SALES, Epistolario, fragm. 1, 1. c., p. 635).