El mundo no ha cambiado, lo que ha variado es el discurso de los protagonistas del delito, de la ausencia de condena desde las víctimas y los oprimidos hacia sus victimarios y opresores, del rostro del delito hecho titulares de sometimiento y mentiras en la prensa sometida al dinero público mal obtenido –de los impuestos que los medios consumen de cada gobierno que los mantiene, de rodillas por supuesto-, y en todo ese andamiaje de terror aceptado, el mundo no ha cambiado, se ha adaptado apaciblemente y lo ha aceptado en sus venas y en su aire contaminado, inhalándolo con placer y silencio mortal.
La política peruana no ha cambiado, ha entrado en fase de “pudrirse mejor”, de ser más degradante y rastrera, una enredadera llena de espinas hirientes y a la vez con hojas absorbentes que secan todo presupuesto y naturaleza para seguir succionando lo que no le pertenece (pero le aloca y apetece). Los políticos peruanos nunca cambian y menos ahora, así se pongan a llorar, así juren y rejuren hacerlo o se inclinen ante el Señor de los Milagros o masquen hojas de coca mirando el horizonte de la selva, en un atardecer de narices aspirando el polvo mágico que los financia.
La oposición no ha cambiado, sigue siendo tercamente opositora de sus propios miembros, destrozando y envidiando a sus amigos, enemistándose a cada rato entre sí, huyendo de la unidad y la diversidad, derrumbando la convergencia, haciendo trizas cualquier palabra de bien, si es que no la dice quien ellos quieren que sea, pero “en ese” momento. Los opositores que se hacen caseritos de las pantallas de TV, abren sus alforjas para recibir la colecta de los incautos que les creen que son una esperanza –y no son nada, y no son nadie-. En la oposición ahora, no están como rostros los ciudadanos y sus familias, sino los que podrían ser los políticos de un mal gobierno al que le estaríamos dando fuerte, como oposición también.
El Perú no ha cambiado, los gobiernos no cambian, los dirigentes –autonombrados- de la oposición, tampoco, los medios, peor aún. ¿Y entonces, si nada ha cambiado, no tenemos ninguna salida?
Existen varios caminos, pero el primero es reconfigurar a la oposición, con metas, discurso, agenda, plazos y objetivos, con dirigentes y con voceros -no con candidatos-, en forma ordenada, sin aspavienteros y sin mercenarias entrando a dar discursos de idioteces o fanatismos. La Patria no es un tema de género, ni de ideologías, no es un debate sobre la sexualidad o la posesión de un collar de piedras, no es repetir letanías que destruyen o criar odios agrediendo al hermano. La Patria es ajena a la contaminación de discursos y a la insensatez de borrar todo para comenzar de cero, como si el primitivismo nos fuera a dar el impulso del progreso.
Un país no se recupera con la misma enfermedad inoculada una y otra vez, sino con acciones y decisiones fuertes, rápidas, simples, enérgicas y sin retrocesos. Una mejor Democracia y una mayor Libertad, dependen del grado de represión que se imponga a todo lo que nos daña y a todos los que nos dañan, es así y así tiene que ser.