Estamos frente a un gobierno comunista y al Gabinete de esa línea es al que se le ha dado la investidura, traicionando a la democracia peruana.
Guido Bellido no es solo el socarrón PCM que se burla del Congreso, sino el cabecilla de un régimen que tiene el objetivo deliberado de tomar todo el poder del Estado para hacer aquella maldita revolución marxista que inspira por igual a las dos caras de la misma moneda, Cerrón y Castillo.
Precisemos algunas cuestiones previas. El quechua, estadísticamente, lo habla un 14% de los peruanos, mientras que el castellano es hablado por el 82% de los nacionales. De modo que emplearlo ante los parlamentarios no es un derecho sino un abuso sancionable por el artículo 48 de la Constitución que permite el uso de los idiomas originarios solo en las zonas donde predominan. Se trata, entonces, de una provocación simbólica orientada a deconstruir el andamiaje republicano; lo mismo que ridiculizar el sagrado Paseo de la Bandera en Tacna.
Chacchar coca andinamente consiste en consumir un alcaloide para combatir el hambre, la sed, el dolor y el cansancio. Hacerlo en el hemiciclo es, en cambio, drogarse; y el mensaje es para cocaleros que están vinculados a la nueva estrategia de desmilitarizar el Vraem como paso previo a normalizar una narco república peruana.
Bellido, además, al agredir a la congresista Chirinos deseándole que la violen es un misógino (aparte de homofóbico) irrespetuoso de los derechos humanos; y un “revolucionario” que busca normalizar la rudeza de las relaciones interpersonales porque los marxistas no ven al ser humano en su dignidad, sino en una dimensión de luchadores entre quienes cualquier diferencia de sexo, parentesco y edad es secundaria frente a su condición de simples agentes del Estado.
Muchísimo más podría analizarse de Bellido como alguien forjado en sus vínculos con el terrorismo. Pero queda un punto clave: su propuesta ha sido de populismo irresponsable, sin ofrecer nada más que estatismo y gastos. Es decir la agudización de la crisis social para que luego el Estado refundado -vía la constituyente que escondió hasta el final- se convierta en el redentor del pueblo.
La confrontacionista actitud personal y el despropósito destructor es lo que 70 congresistas han aprobado traicionando a la democracia en complicidad con un comunismo que debemos erradicar en la lucha sostenida desde la calle y desde todos los escenarios de combate popular que resulten necesarios.