Los intentos de poner como incorrecto lo que es absolutamente correcto, como decirse en los medios de comunicación que la defensa de nuestras libertades y el impulso a una mejor democracia son pensamientos excluyentes de las mayorías, traspasan toda lógica cuando vemos que es un tema “aceptado” en silencio, en medio de la dictadura del conformismo que nos impide discrepar frente a los que están destruyendo nuestros valores, nuestros principios.
Esos defensores de la ilegalidad superpuesta sobre la legalidad, esos promotores de la violencia y el odio contra los ciudadanos que piensan diferente, representan la reforma política llevada a cabo por una extraña alianza de las izquierdas de toda promiscuidad y traición, que usando la vieja táctica de la dispersión y acumulación (pelea y abrazo), han hecho de “su” reforma, un molino de viento y agresiones que ha acentuado la crisis política, social, económica y cultural del país.
Decir peruanidad es ahora ofensivo, cantar el Himno Nacional en las escuelas y universidades es un asunto ausente, izar el Pabellón Nacional es algo tan extraño como tener un gobierno por lo menos mediocre, ya que vivimos décadas de ineptudes, corrupción e impunidad. Hemos rebajado la escala de la calidad, con tal de sobrevivir y callar, eso es absurdo.
Lo que más daña a una nación es el pensamiento, la ideología y la acción criminal, como lo representa perfectamente el comunismo y toda esa secuela de variantes que cambian de nombre (socialismo, progresismo), pero no de apellido para matar, robar y mentir.
En el Perú hemos vivido años de terrorismo y crímenes de lesa humanidad promovidos y ejecutados por la izquierda comunista, que causaron más de 70 mil víctimas directas y más de medio millón de víctimas asociadas (padres, madres, hijos huérfanos, viudas) y de esas víctimas jamás se han preocupado los organismos de derechos humanos o las ONG del mismo fustán, al contrario.
En el Perú acabamos de vivir tiempos de inseguridad sanitaria y crímenes de lesa humanidad promovidos y ejecutados por la izquierda comunista en alianza con mercantilistas también de izquierda, causando más de 200 mil muertes en la pandemia y más de un millón de víctimas relacionadas, por las cuales nadie levanta su voz ni representa su rostro de indignación colectiva.
Por décadas hemos sido sometidos a la tortura de ver la destrucción del país en manos de alcaldes y regidores comunistas, de gobernadores regionales comunistas, de ministros y congresistas comunistas, para llegar a tener un presidente comunista, avalado por la suma del conglomerado marxista leninista más radical de esta parte de América.
Sí, comunistas; sí, marxistas leninistas; lo mismo con otros nombres, pero al final de cuentas, asesinos de la democracia, ¿Y lo permitimos? ¿Y dejamos que sigan apuñalando al país, ahorcando las libertades y ajusticiando a las familias por pensar diferente?
Dejémonos de contemplaciones frente a los que quieren volver a instaurar el terror y el odio en el Perú.
“La proscripción tiene un fundamento legítimo, tal y como sucede cuando se dicta una norma para impedir que las bandas criminales puedan desarrollar sus actividades”, y si se trata de una ideología que constituye la base, esencia y objetivo del terrorismo, hay que proscribir al comunismo.