El Estado, tal y como lo vemos agrediéndonos a diario, a cada instante, es ahora una obra perversa que fue tomada ideológicamente para desnaturalizarla y convertirla en un elemento de presión, coacción e intimidación contra los ciudadanos y sus familias, a fin de ejercer control y exigir sumisión, desbordando sus funciones o simplemente dejándolas de lado, para ir como una daga a todo aquello donde no debía tener injerencia: el ahorro personal, nuestras vidas, la iniciativa privada, la propiedad e incluso, la Fe.
El Estado es conquistado cada cierto tiempo -digamos cada cinco años cuando hay procesos electorales presidenciales normales- y en esa conquista, se apoderan de los cargos y puestos (como funcionarios públicos) “nuevos empleados, nuevos gerentes, nuevos ministros y nuevos viceministros”, que vienen con sus nuevos asesores y cada grupo de asesores tiene asesores técnicos de los asesores y asistentes de los asesores, quienes no satisfechos en esas nominaciones, traen sus secretarias, choferes y contratistas para ayudarles en su especialidad en la gestión de gobierno: robar.
Se apropian del Estado y son los nuevos jefes y mandamases de casi millón y medio de trabajadores en la planilla pública y a la vez, emiten cada día un promedio de mil normas, resoluciones, decretos y directivas de cumplimiento obligatorio, que todos los peruanos deben de conocerlas y acatarlas.
Para ese innoble fin de robar y legalizar el robo, nadie los ha elegido (sería perverso además), pero han sido colocados (nominados, designados) por los políticos de turno que han accedido al poder (ellos sí, elegidos por el voto popular). Es una novela que podría llamarse “la elección legal de nuestros verdugos”.
Los gobiernos de los últimos cincuenta años -sin excepción-, han servido para permitir e incentivar la invasión de un germen de odio contra el deber. Hoy es todo esto, la conversión de lo incorrecto, en la nueva moral del servicio público, al extremo que perciben los sueldos más altos e injustos que uno se pueda imaginar… para llevar a la quiebra empresas estrategicas como PetroPerú.
Más de un millón y medio de peruanos viviendo de la pobreza ajena y del esfuerzo ajeno. Como que no van a dejar esa mamadera del nuevo vicio de no trabajar, mientras hayan víctimas que paguen sus salarios y placeres.
¿Porqué no nos rebelamos contra el Estado?