En el Perú, siempre que nos va mal, nos puede ir peor. En el Perú casi siempre ocurre lo inesperado, como si fuera costumbre. Somos un país que jamás reflexiona, un país que se olvida de lo que ocurre y que no se lamenta lo que se olvidó, sino que destruye toda forma de recuerdo. Somos una sociedad tan dividida, que tenemos espacio para seguir dividiéndonos. Tenemos lo que producimos vergonzosamente, nada. Y si ampliamos estas primeras líneas para hablar de la poco edificante política nacional, el escándalo está en su nivel, rompiendo records de lo absurdo, como siempre.
Comencemos por mencionar que la salida de Pedro Castillo -en el marco de dos hechos comprobados: el autogolpe de Estado y su remoción en el cargo de acuerdo al debido proceso constitucional-, marcó otro capítulo de la estupidez como práctica en el gobierno, ya que hizo todo el absurdo posible para anunciar el cierre del Congreso, intervenir el sistema judicial, someter a las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional y asumir la obsesión de proceder al cambio del sistema legislativo, intentando imponer un proceso de asambleísmo constituyente absolutamente irregular en su procedimiento e ilegal en su existencia.
Derivado de esta nueva escena de irracionalidades y constantes “juegos de daño y odios”, asume la Vicepresidenta de Pedro Castillo, la señora Dina Boluarte, dentro de la correcta sucesión presidencial, tal y como ocurrió con Martín Vizcarra al renunciar Pedro Pablo Kuczynski. (Artículo 111°: “Junto con el Presidente de la República son elegidos, de la misma manera, con los mismos requisitos y por igual término, dos vicepresidentes. Artículo 115°: Por impedimento temporal o permanente del Presidente de la
República, asume sus funciones el Primer Vicepresidente. En defecto de éste, el Segundo Vicepresidente. Por impedimento de ambos, el Presidente del Congreso).
Producida esta secuencia de reemplazar al Presidente vacado la Vicepresidente y, al haberse evidenciado sus intenciones de seguir en el cargo hasta completar el mandato por el cual ella y Castillo fueron elegidos como fórmula o plancha presidencial, también ha quedado en evidencia que tenemos casi lo mismo que Castillo -ideológicamente- y un poquito mejor intelectualmente, pero como dirección de gobierno, seguimos en rumbo indefinido, casi como rezando que el barco no se hunda y siga a flote como sea.
El Perú tiene varios soportes, varios cimientos muy fuertes, como el Banco Central de Reserva, sólido y libre de ataduras populistas. Contamos con algo que se llama informalidad, que es el reflejo y resultado de rebelarnos contra la interminable producción de leyes, reglamentos y normas desde el gobierno, el congreso, los gobiernos regionales, las municipalidades y cuanto organismo del Estado inventa cada día para “justificar” su abultada planilla e improductiva existencia. Poseemos indignación selectiva que resulta productiva cuando llegamos a imponer una voz y decisión de principios. Pero frente a estos ejemplos de virtudes o posibilidades de conversión virtuosa, el balance es negativo en nuestra ciudadanía porque no logramos motivar, enamorar, provocar que los mejores, que los de conducta limpia y formación, talento y experiencia de éxito, ingresen a la carrera política y partidaria para hacer gestión de gobierno en todos sus niveles.
El espacio de la oportunidad para la ineptitud es muy amplio y está invadido por las izquierdas que reciclan a sus burócratas y expertos en todo, con resultados en nada. Por eso, en el actual gobierno, con muy pocas excepciones, no se ven liderazgos ni resultados. Y también por eso, la actual presidente no transmite seguridad, no tiene palabra amplia, su mensaje está ausente de la realidad y deja en manos del Primer Ministro (de amplio recorrido por la senda de la izquierda también), el poder que debe ejercer ella.
En el lado del Congreso, un gravísimo error ha sido la nominación de un militar en retiro asumiendo la presidencia, cuando el parlamento requiere urgentemente liderazgo en dos frentes: constitucionalidad desde la civilidad y ejemplo legislativo hacia las regiones. ¿A qué se ha dedicado el señor Williams? A no ejercer el liderazgo que la ciudadanía espera hace décadas; y por eso, la imagen del Congreso es terrible y degradante.
No tenemos un buen Gobierno, ni siquiera regularón. Es un mal gobierno, reactivo, violento, agresivo y que siembra tolerancia a la impunidad con tal de mantenerse hasta el 2026 y mientras tanto, contrata a los mismos asesores extranjeros de Vizcarra para modelar “una imagen que no tiene y un corazón que no posee”. Y repetimos lo que señalábamos hace meses: Dina Boluarte, Otárola y varios ministros tienen asegurado un futuro inmediato de largas audiencias penales por una diversidad de actos gravísimos.
No tenemos un mal Congreso, ni siquiera pésimo. Es un incalificable congreso, ocioso, sinvergüenza, alejado de la gente y que negocia el sustento a la impunidad con tal de mantenerse hasta el 2026 y mientras tanto, aumenta su planilla y su presupuesto de salarios para mantener una militancia de malos funcionarios y reciclados servidores de una y otra tendencia.
Lo peor de cuanto vemos -Gobierno y Congreso- es que no existe oposición, porque el gobierno navega sin rumbo, pero libre y repartiendo dinero; y el Congreso hace lo que quiere, también libre de controles.
Ningún grupo político habla con energía -y nos preguntamos: ¿están vigentes los partidos políticos o sólo se activan en época electoral?-, ningún “político” emplaza al Gobierno y brinda ideas y propuestas; tampoco ningún “político” emplaza al congreso y ofrece iniciativas que sirvan de contrapeso a la ausencia de leyes necesarias.
Vendría la pregunta: ¿Funcionan los Colegios Profesionales? ¿No eran una puerta de lucidez y unidad que sabían poner un alto y alcanzar un camino? ¿Ya no contamos con cuerpos intermedios entre la ciudadanía y el Estado, que manejan con tanta imprudencia y corrupción el gobierno y el congreso?
Necesitamos un balance contra la corrupción, necesitamos una fuerza contra la impunidad, de lo contrario, seguiremos teniendo la misma generación inútil de gobiernos y congresos que nos estancan, que nos cortan libertades, que destruyen la idea de vivir en democracia, por frágil que sea o parezca.
Imagen referencial, una pintura de la artista sueca Susanne Akeson Rosencrantz “you, only you”