El dolor ajeno no se siente, salvo cuando la identidad y la solidaridad son una fuente de humanidad que se lleva en el alma y se aloja en el corazón, pero en el caso de una colectividad política de gran prestigio por sus gentes y sus líderes (me refiero a los de antes, a los Fundadores y a sus primeras promociones), lo que hoy vemos, leemos y escuchamos -sobre lo que queda del Partido Popular Cristano, más conocido por las letras PPC-, es triste y para molestarse, es incomprensible y para expresarlo, porque la escuela del socialcristianismo en el Perú, ha sido sepultada por conversos de la izquierda “demócrata cristiana” que navegan en el mar de las tendencias caviares, progres y cercanas, cuando no unidas, a las izquierdas del odio que envenenan todo lo que tocan y dominan.
No voy a mencionar nombres, porque ensuciaría mi comentario, cuando quiero honrar como siempre, la voz y el ejemplo de Luis Bedoya Reyes, Roberto Ramírez del Villar, Ernesto Alayza Grundy, Mario Polar Ugarteche, Felipe Osterling Parodi y muchos amigos más, con quienes compartí por décadas desde mi etapa universitaria, el sueño posible de un gran país con Justicia y Libertad.
Por eso, hoy que en algunos medios se anuncia que el PPC es parte o comparte la misma mesa con “una coalición sucia, de sucios intereses” es importante señalar que no existe, no puede existir y jamás existirá una sola coincidencia con los que hacen del odio, la agresión y la violencia, el resentimiento y la mentira como conducta, la corrupción y la impunidad como una constante, el camino para gobernar en contra de las aspiraciones y esperanzas de un pueblo que clama por Justicia y Libertad.
Ese grupúsculo o coalición caviar, izquierdista de odios, formado por un reducido número de activistas y militantes que dependen de oenegés y partidos antidemocráticos, que comparten una misma ideología política radical y opuesta a los valores y principios de la Libertad, ha tentado “a los perdedores” que se agazaparon en una institución que no los merece como sus representantes y los ha convencido que usen el nombre ilustre de un histórico partido político, para fines y destinos impensables en los que apoyamos siempre la majestad de un discurso y pensamiento absolutamente democrátrico, como el que encarnó Luis Bedoya Reyes.
Bedoya mismo decía “antes de la decisión, libertad para la deliberación. Pero tomada la decisión, unidad en la acción”. Eso, no lo saben, no lo aprecian o tal vez lo conocen pero lo rechazan “los de ahora” que no son los de siempre. Y traigo a colación esta frase, porque es un mandato a la conciencia del militante, del activista leal que hoy es rechazado -por los inquilinos precarios- para ser un elemento de reconstrucción, porque “habla diferente, porque él piensa distinto, porque él no acepta convergencias con el centro y las izquierdas”. Y el hecho es que no se ha aprobado nunca, un acercamiento, una alianza, coalición, unidad, pacto o lo que sea, con quien sea. Entonces, al no haber una decisión partidaria de la institución que se quiere recomponer para revitalizar el mensaje socialcristiano en el Perú, ¿porqué los protagonismos de uno o varios incompetentes van a ser los que hablen en nombre de los demás?
¿Se dan cuenta? No se quiere volver a poner en escena al PPC como un centro de liderazgo y dirección política para el Perú, sino que unos cuantos don nadie, que se creen “algo”, usan al PPC -es mi opinión- para sacar provechos personales o conseguir un selfie en su facebook. Nada más.
La foto de portada es evidente y resume todo. Después de esto, negarlo nuevamente sería mentir con insistencia: coalición caviar, con los restos de un PPC sin ideas, sin propuestas, sin liderazgo.
¿Estoy equivocado? No, siento tristeza por los que niegan su orígen, escencia y destino.