Cuando a diario vemos aglomeraciones en los paraderos de ómnibus, en las calles llenas de ambulantes y en los mercados, nos da mucha pena porque el sentido común nos dice que se van a multiplicar los contagiados y los muertos, y eso es lo que está sucediendo.
Cuando al final de la cuarentena se dejó en libertad a la gente apareció un nuevo foco de infección en las visitas familiares y a los amigos. Solo se puede pensar que mucha gente no tenía el criterio suficiente para darse cuenta de la agresividad del virus y por lo tanto, con un exagerado voluntarismo, quisieron dar aires de normalidad antes de tiempo.
Cuando se puso nuevamente confinamiento para el domingo y la policía tuvo que dedicarse a intervenir en más de 300 fiestas con distintas modalidades, donde también había abundante licor y droga, solo queda ponerse muy tristes al ver la falta de responsabilidad y madurez de un buen sector de la población.
Peor cuando nos enteramos que entre los jóvenes se puso de moda las “fiestas Covid” donde se apostaba a ver quién se contagiaba primero; una especie de “ruleta rusa” de gente que muy probablemente tendrá serios problemas psicológicos y ausencia de ayuda familiar.
La sensatez y prudencia de los buenos (que son la mayoría)
No todos son así indudablemente. Hay mucha gente sensata que se porta muy bien y que podrían realizar sus actividades con prudencia y sin peligros. Estas personas se pueden mover perfectamente y no es necesario que se las someta a confinamientos estrictos. Ellos son responsables de sus propias acciones y los demás podemos confiar. Son los pasos que se deben dar en una sociedad con los que se pueden organizar bien sin ocasionar ningún problema.
Enfermarse o perder la vida por imprudencia
Es lamentable que la temeridad de algunos haya costado vidas y tragedias familiares por la pérdida de algún ser querido.
Para evitar problemas las empresas hacen firmar a sus trabajadores unos documentos donde ellos admiten su responsabilidad si les ocurriera algo. Los que no quieren perder su trabajo se ven obligados a firmar y viven angustiados con el temor de contagiarse. Los problemas se han multiplicado cuando, a pesar de todos los cuidados, han habido contagios.
En esta pandemia, cuando la incertidumbre crece, muchas familias viven asustadas. En algunos hogares los contagios fueron masivos y con pérdidas irreparables. Es muy triste ver, que por un descuido tonto, se pierde la vida de un ser querido, o de varios miembros de la familia.
Los estragos de un voluntarismo extendido
El voluntarismo del relativismo es una inquietud que deja de lado a la inteligencia para tomar decisiones que son como caballazos inoportunos en aras de la “libertad” y “sintiendo” equivocadamente que “no va a pasar nada” que son exageraciones y que ya se puede hacer todo presencial.
Es lógico pensar que lo presencial es mucho mejor que lo virtual, sin embargo es desatinado no asumir los protocolos de una pandemia, mientras esta persista, que podrían incluso permanecer durante meses o años, como en las guerras mundiales.
La actitud sensata debe responder a la realidad del día a día, y no a las costumbres de la vida normal, que tendrían que esperar a que las situaciones mejoren. No es cierto que las personas van a empeorar cuando están restringidas a unos protocolos de confinamiento para evitar situaciones graves que ponen en peligro su vida.