De un tiempo a esta parte, la lista de posibles y soñadores aspirantes a la presidencia de la República del Perú se ha vuelto como el calor: insoportable. Y evidentemente no vamos a escribir todos los nombres y “alias” -ni el prontuario- de los que se creen designados por su reflejo en el espejo de sus casas como los bonitos y guapas, carismáticos, ejemplares, bondadosos y humildes, abnegadas y entregadas, titulados y doctorados, feministas de lucha y puño combativo, defensores de sus propios derechos humanos, los emprendedores del éxito y… siguen los miles de miles de títulos y acomodos en los curriculums vitae más noveleros que se puedan imaginar. Nos hemos llenado otra vez, de más santos que el propio Santoral, de más héroes que en todos los tiempos de derrota.
¿Tantos peruanos son “tan” valiosos y merecen ser presidentes? Eso creen sus adeptos y cercanos, y se los hacen creer sus círculos íntimos, donde seguramente no faltan “periodistas, relacionistas, comunicadores, publicistas y asesores para todo tiempo y necesidad”, es decir, los prepago del hampa nueva que ahora pretende ocupar el gobierno central y decidir desde allí la vida de los demás, como si fuera el Coliseo romano, peruanizado por supuesto.
Pero para llegar a ese momento, existe un espacio y un tiempo que está girando con la película del momento y se reduce a una pregunta un poco larga pero necesaria:
¿Estás a favor de Dina, estás en contra de Dina, estás por un adelanto de elecciones, estás por que esperemos al 2026 y recién allí se hagan las elecciones? Responde: ¿Estás o no estás?
Pues miren amigos y no amigos: Nadie responde esa pregunta porque todos están intentando hacer acuerdos, compromisos ocultos, silencios objetables, votos ausentes, decisiones incomprensibles…
¿Y todo eso es la sucia política peruana? Mayormente sí, diariamente sí, aunque existen momentos (no espacios, no tiempos) donde la cordura parece imponerse en una delgada línea de moralidad y decencia que trata de romper la desdicha de la suciedad política, pero no logra hacerlo porque son más los que quieren menos para todos y mucho más para ellos, a costa de todos.
La señora presidente del Perú tiene pretensiones poco claras y pretendientes bien oscuros, con el apetito dispuesto para llegar “a gobernar” como sea, cuando sea, a costa de lo que sea. Ese dilema, trilema o como quieras llamarlo, es lo que inmoviliza al país y a sus instituciones, que se inquietan por sobrevivir en medio del tradicional “piloto automático” esperanzado en la economía nacional y en la informalidad, la olla de presión que jamás explota.
Llegar a gobernar, no es llegar para robar. Si solamente esa innoble ambición del robo fuera recortada en la agenda de las decenas y tal vez centenas de “promisorias figuras” de la nueva, anterior y futura pléyade de candidatos a la presidencia de la República, tal vez, sólo tal vez valdría la pena tener esperanzas.
Hasta este momento, egoístamente, yo no tengo esperanza, aún.