De la cólera a la ira, y de la ira al odio, para terminar con un comportamiento agresivo en el lenguaje y los gestos, así veo al primer ministro en éste, su segundo tiempo como integrante de un gabinete donde sobresale la incompetencia, el desapego al trabajo y en especial, una soberbia nunca antes vista.
Si nos fijamos bien, en sus declaraciones a los medios muy cercanos al gobierno y en aquellos definitivamente militantes con las posturas ideológicas que predominan en el gobierno, la tentación por enfrentar se repite con insistencia, sea con el nuevo lenguaje de as y de os, también con las idas y vueltas en decisiones que empujan y después de una revisión de comentarios en redes, las rechazan, como ocurre con el tema de las bambas y la presión para liberar a unos extorsionadores.
Sin rumbo, sin destino. Entre tumbos y desatinos, ese es el drama actoral de la puesta en escena de este teatro del absurdo.